Tamburini Podlesker

By admin on 27 May 2011 |

Nombre: 
Guillermo

Tamburini Podlesker Guillermo (Wily) y Magnet Ferrero María Cecilia [Vivieron y fueron secuestrados DD] ¡Presentes!
Willy (LE 7.720.041. CONADEP 5026, denuncia 699) tenía 32 ó 35 años. Era titular de rugby en la primera de Pucará, tocaba el piano, era boxeador, médico del Hospital Rawson y reunía muchas otras habilidades. Nació en la Argentina pero había vivido en Chile durante varios años y militado en el MIR. Con María Cecilia emigraron a estos pagos después del golpe de 1973 y se casaron en enero de 1974.
María Cecilia (CI 5.540.038 RCh. CONADEP 3023, denuncia 1110) era chilena, tenía 27 años y era la mayor de seis hijos de la familia Magnet Ferrero. Estudió Sociología en la Universidad Católica de Washington y, posteriormente, Economía en la Universidad de Chile. Allí había militado en el MAPU.
Fueron secuestrados de su domicilio (Córdoba 3386, 4º 15) entre las 3 y 4 de la mañana del 16 de julio de 1976 por un grupo de personas vestidas de civil. Willy gritaba su nombre y se identificaba como médico, fue herido de bala durante la detención. La casa fue saqueada, se llevaron pertenencias y hasta comida. La familia de María Cecilia, que vivía en Chile, posteriormente recibió un llamado telefónica en el que les dijeron que concurran a Buenos Aires, ya que Cecilia había tenido un accidente grave. Su padre Alejandro Magnet fue embajador de Chile en la OEA y en Perú. Autor del libro El padre hurtado. Pese a las gestiones hechas por intermedio de la Embajada de Chile y ante la Iglesia Católica, y los habeas corpus presentados, nunca supieron más nada. La desaparición del matrimonio Tamburini dentro de la Operación Cóndor fue una de las tomadas por el Juez Garzón en España para procesar a Pinochet. La justicia chilena está investigando el caso.
Enviar historia de vida y cualquier información sobre Guillermo y María Cecilia a memoriayjusticialmagro@yahoo.com.ar

Guillermo Alfredo Tamburini Podlesker nació el 2 de octubre de 1941 en el Hospital Rawson de Barracas, en Buenos Aires. Su madre era profesora de inglés, por lo que desde chico lo llamaron Willy, y su padre era obrero de fábrica; ambos de ideas socialistas, la madre admiraba y defendía a Evita en aquel barrio predominantemente gorila de Banfield al que se mudaron cuando Willy tenía ocho años y su hermano Horacio dos. Willy estudia el primario y secundario en lo que hoy es el Normal de Banfield, donde conoce a compañeros y amigos que lo acompañarán toda su vida, muchos de los cuales caerán también durante la última dictadura. Tras egresar del secundario, se interna en el Instituto Nacional de Educación Física de San Fernando, aunque de ahí será expulsado por su actividad política y terminará el profesorado en la Universidad de La Plata.
Desde joven era amante de los deportes, jugaría al rugby en Pucará, era un experto yudoca y practicaba diversas técnicas de defensa personal: era un arma en sí mismo, y se servía de ella toda vez que una injusticia se cometía ante sus ojos. A sus amigos y compañeros aún se les enciende la mirada cuando recuerdan la vitalidad que le salía por los poros, cómo reía y hablaba con las manos y con los pies, y narran las historias que lo acompañaban: cuando se ganó a sus primeras e inquebrantables amistades ejerciendo de ángel protector de estudiantes prepoteados; cuando desarmó a dos canas que se llevaban a una manifestante detenida, los estrujó el uno contra el otro cual Obélix y los estrelló contra un escaparate, o cuando hizo lo propio con otros dos que lo iban a detener y que se quedarían además sin moto; cuando desarmó un cordón policial en una manifestación lanzándose contra él con la ayuda de una lanza improvisada; cuando…
En 1963 ingresa a la Facultad de Derecho de la UBA. Milita en el Movimiento Universitario Reformista y en la Federación Juvenil Comunista. En 1966, forma parte del amplio número de jóvenes que rompen con la conducción y dan origen a diversas organizaciones políticas de izquierda. En tercer año, decide abandonar Derecho e iniciar Medicina en la Universidad de Córdoba. Allí se vincula con la FUC y el Movimiento Independiente de Medicina, y participa activamente de la toma del Hospital Clínicas y de las movilizaciones que siguieron al golpe de Onganía.
Aquel año, justamente, el Che estaba en Bolivia. Y junto a otros compañeros, Willy partió a Cuba a entrenarse para luego bajar con el Che a Bolivia, y luego a la Argentina. Él era sin embargo muy crítico del foquismo: “Mirá, mirá, todo eso son fábricas, son todos obreros… Ellos son los que harán la revolución, no los foquistas.”, le había dicho poco antes de partir a su amiga Graciela Uriburu, de camino en tren a su casa de Banfield. Sería por eso que a los pocos meses el destino truncó definitivamente su periplo en la isla con una hepatitis que le hizo perder 30 kilos y casi la vida.
En su camino de regreso, reside en Praga y París cerca de un año, durante el periodo previo al Mayo del 68 francés, y va directo al Cordobazo cuando retoma sus estudios de Medicina en Córdoba. Willy se incorpora por aquel entonces a la lucha clandestina contra la dictadura de Onganía y participa en la creación de las Fuerzas Armadas de Liberación.
En 1971 queda prófugo y viaja a Buenos Aires. Le dice a Graciela: “Flaca, me buscan por todos lados, debo rajar. Me voy a Chile, allá está el Chicho, me voy a laburar con el MIR”. Y se fue.
En Chile forma pareja con Cecilia Magnet, continua estudiando y milita en el Movimiento de Izquierda Revolucionario. En un intento por contrarrestar las graves consecuencias de la huelga golpista que llevan adelante las organizaciones médicas, se traslada a vivir al Hospital San Borja de Santiago de Chile, donde junto a otros médicos y estudiantes lo atrapa el golpe contra el Gobierno de Salvador Allende. Cuando el Ejército llega al Hospital, un milico chileno saca de las manos de los agentes de la DINA a un grupo de detenidos, entre los cuales está Willy. Todos estaban convencidos de que iban a ser fusilados cuando el militar les cuenta que, no hacia mucho, había recibido una pistola de los cubanos, y se la mostró: “’Regalo de Fidel Castro Ruz, Habana, 1972’. ¡Y por eso –les dijo–, ustedes se van, y se van ya!”. Los liberó y ellos se fueron. Willy se fue a la Embajada Argentina y de allí salió directo al aeropuerto y a Buenos Aires, era hacia finales de 1973.
En Buenos Aires terminó de cursar y se recibió en el 75, aunque su título de médico nunca le pudo ser entregado. Junto a unos compañeros, trabajaba en la Clínica Maipú, en Villa Maipú, Partido de San Martín. El 15 de julio de 1976, la Policía Federal y el Ejército realizaron un operativo conjunto en la calle Córdoba 3382. Aparentemente los bajaron a los dos vivos, y a él lo fusilaron en la vereda ante la imposibilidad de detenerlo, mientras que a Cecilia se la llevaron con vida. Él tenía 34 años, ella 27. Sus cuerpos nunca aparecieron. Frente al edificio, Barrios por Memoria y Justicia colocó el 15 de julio de 2008 una baldosa con sus nombres grabados. Su hermano Horacio le dedicó estas palabras:
Tu figura se agranda, pierde nitidez / Gigante invencible, pilar de Pucará, yudoca. / Refugio de débiles e indefensos / Hombre bueno, tolerante / Luchador incansable contra toda injusticia. / Enamoradizo, compadrito, tanguero / Atrevido y audaz en el amor y en la acción. / Comprometido desde la piel, siempre al frente. / Amigo firme, hermano del alma, compañero. Emilio Tamburini Béliveau, Desaparecidos Municipales, Bs. As., 14 de marzo de 2009

Willy de la división desaparecida
Willy era bajo, fuerte y su risa contagiosa sonaba mucho más allá de donde él quería. Jugaba como pilar al rugby en Pucará, ese emblemático club de Burzaco que dio, entre muchos otros, figuras de relieve internacional como el puma Hugo Porta.
Lo conocí en 1955, cuando ingresé en 1º año en el Normal Mixto de Lomas de Zamora. Yo vivía en Lanús y hasta Larroque y Pavón había apenas unos minutos en el Cañuelas. Apenas nos vimos, fuimos patota. Practicábamos el mismo deporte en clubes distintos. Yo en Gimnasia y Esgrima (de Lanús Este) nuestra camiseta era celeste, los pantalones blancos y la medias como la bandera, a bandas celestes y blancas. La de él era bordó, pantalones negros y medias rojas. Él era forward; yo trescuartos […] Willy era mi amigo, además de mi rival.
El 55 fue un año a los saltos. En septiembre fue el golpe de Estado contra Perón; a nosotros nos trajo dos ventajas, nos eximimos con cuatro en vez de siete puntos y se anuló el examen de ingreso a la universidad. Hubo varios días que no hubo clases. En los siguientes años los alumnos participamos en tomas de colegios por la disyuntiva enseñanza libre o enseñanza laica.
Aunque yo ya estaba en otro colegio -el Nacional Rivadavia en la Capital- seguía jugando rugby y yendo a Burzaco, a mi Pucará de siempre, a encontrarme con Willy, a meter las patas en el barro.
El año 1959 no fui a clase. Me dediqué al piano; estudiaba doce horas por día en La Plata. Regresé a Lanús a principios de 1960.
Estaba Frondizi como presidente. No encontré donde reinscribirme y empezadas ya las clases fui a parar al despacho del entonces ministro de Educación Atilio Dell’Oro Maini. Con una carta firmada por él volví al Normal de Lomas, el Antonio Mentruyt. Entré en la división 5º 1ª. Willy ya había egresado el año anterior, como Amalia Lichstenstein (una auténtica princesa) Raquel Giana y muchos otros. Mis nuevos compañeros me miraron como un bicho raro. Y tenían razón, era un bicho raro: delgado, anteojos negros permanentes, traje cruzado verde a rayas doradas finitas, un libro de Beaudelaire, actor primerizo, pianista consumado, peinado a la gomina fui rechazado de plano por las tres filas compactas de bancos de los hombres y cobijado por la única fila de mujeres. Ahí me senté con la hoy exitosa soprano Adelaida Negri en el primer pupitre junto a María del Carmen Wozcko; a las del segundo: Noemí Buchsbaun (amiga del alma) y la concertista de piano María Cristina Viñas (a quien amé desde el primer día y nos escondíamos bajo los potros de madera del gimnasio para darnos besos y bemoles y becuadros y claves de do y sol); a las del tercer asiento, la guapa Graciela Clementoni y Rosita Doctorovich; las del cuarto, Norma Domínguez y Norma Martínez, las del quinto, las feroces Nilda Beltrán Simó y Nidia Camblor que supieron defenderme varias veces de algunas palizas (aunque no de todas) de mis celosos compañeros en algunos de los baños o en la cancha de fútbol que estaba junto al patio, detrás del mástil.
Pasada la mitad de 1960, y después del viaje a Córdoba que hicimos durante las vacaciones de invierno, comenzó la preparación de la Fiesta de Fin de Curso. Yo estudiaba teatro y fui condenado a representar algunos papeles en la misma. Ensayábamos en la casa de Estela Segura, hoy la comisaría de Lomas de Zamora. Habían preparado varios sketch; en uno de ellos, un grupo de paseantes se encontraban con unas chicas, todos en trajes de época, y comenzaban canciones y bailes. Todo terminaba con una de las parejas (supuestamente elegida al azar) que, enlazados por el talle se daban un beso bajo un paraguas. ¿Quién era el mozo en cuestión? Yo. Esto provocó los celos de varios de mis compañeros varones, quienes juraron (y a veces cumplieron) darme alguna que otra manteada con características de tunda.
Ahí fue donde rescaté la amistad con Willy, quien de motu proprio se ofreció a ser mi guardaespaldas para siempre. Y así fue. Willy era mi sombra. Me acompañó (y, seguramente, me salvó de otra segura paliza, allá en el conurbano sur cuando apenas tenía 19 años. Los años me alejaron de Willy; me mudé al Centro, dejé el piano, al sur, a esos años intensos de cuando éramos tan jóvenes. Después vino el exilio al extranjero y también después de 20 años vino el regreso en 1992. Me fui reencontrando con algunos compañeros del Mentruyt: con Roberto Arribere, con Horacio Grudny, con Tina Echazarreta, Anny Boërr, con la bella Isis Colimedaglia, la deliciosa Bibi Cambre, Alicia Botazzi, Graciela Fernández. Recuerdo la primera cita que me hicieron para vernos después de casi treinta y cinco años, en el mismo hall del colegio, una noche de octubre (yo vivía entonces lejos, en Rosario, y viajé desde allá para poder saludarlos personalmente) fue emocionante volver a pisar esos mosaicos, la escalera, escuchar el timbre, recorrer el pasillo del segundo piso, caminar con el corazón en la boca y la emoción a flor de piel hasta mi división: la segunda del segundo piso. Minutos antes, había comprado unas pastillas en la librería/kiosco de la vereda de enfrente, la misma donde nos juntábamos para diseñar rateadas y diabluras al Zoológico del Centro.
Hoy nos reunimos para evocar algunos recuerdos, comer y reírnos hasta más no poder, de vez en cuando. Pero no quiero hablar de esto, de los que están, de los que puedo ver y tocar.
Sino de los ausentes, de aquellos que se llevó la dictadura militar de 1976, Fueron 29 (es posible que todavía sean más); incluso un chico de primaria.
Eran 29 los chicos (y no tanto) desaparecidos de la División Perdida del Normal Mixto de Lomas de Zamora Antonio Mentruyt. Juntos podrían formar una división completa o casi dos equipos de rugby o un equipo de trece mujeres y dieciséis varones.
Dos eran los Streger, Eduardo y Silvia. Eduardo, Osvaldo, Máximo y Juan eran de la misma promoción (1962) también Silvia, Claudia y Julio (1970); Rubén y Mónica fueron los últimos, apenas tenían 18 años. ¿Qué pasó? ¿Por qué se los llevaron? ¿Y a dónde? ¿Por qué están todavía hoy desaparecidos?
¿Qué pasó con Willy Tamburini, mi amigo, mi compañero fiel, mi guardaespaldas, el de la risa fácil y contagiosa, el buen alumno, el pilar de Pucará? Algo habrán hecho… Seguro que sí, que hicieron algo y mucho: defender la dignidad, la ética, el saber, la vida, la libertad de opinión y expresión. Todas esas cosas que aprendieron en la escuela, de sus maestros, de sus compañeros, de sus familiares. Amaban la vida, la alegría, el amor, las risas, jugaban en el patio, corrían por las escaleras del querido colegio, se besaban a escondidas bajo las colchonetas y los potros de madera del gimnasio, se empujaban en los interminables recreos del enorme patio, ése que está junto al mástil donde comenzaba la cancha de fútbol (y a veces de rugby) ahí donde Willy contaba qué iba a ser cuando fuera más grande y más libre, soñaba con ser médico e ir a curar niños a los lugares más alejados del país y del mundo; y yo un famoso concertista y encontrarnos en Zurich o en Viena y emborracharnos toda una noche con lo que se emborrachan los vieneses y salir a las cuatro de la mañana a cantarles serenatas a las mozas alemana, todas las hermosas que se nos pusieran por delante, a pesar de sus celosos novios, amantes o esposos. Y seguramente nos acompañarían Evangelina y sus bailes, Beatriz y Osvaldo con sus ocurrencias, Eduardo, Máximo y Juan con sus chistes y poemas, Miguel y las Alicias tan deliciosas, María, Raúl y Hugo pintando soles y margaritas en las paredes, Norma, Luján y Patricia tocando panderetas y campañillas, Silvia y Claudia saludando a todos con sus grandes sombreros y graciosos ademanes, Julio, Mario, Beatriz, Mabel, Víctor y Leonel brincando como sólo ellos pueden hacerlo en una especie de murga contagiosa, y a Margarita, Rubén y Mónica cerrando la comparsa de esa división sureña, pidiendo disculpas si por tanto ruido no se pueden ir a dormir todavía los serios ciudadanos de la seria burguesía europea.
Algo muy fuerte nos pasó entonces, allá por fines de los 50 y los 60. Y algo muy terrible en los 70. Tanto que hoy, en 2006 seguimos sin entender muy bien cómo grupos de desalmados, todavía hoy impunes, pudieron llevárselos y a la mayoría de ellos, desaparecerlos. Tan fuerte como el acto al que fui este jueves 23 de marzo, por la mañana, en el patio de la Escuela Normal Mixta de Lomas de Zamora, la ENAM, la Mentruyt, donde los más de mil chicos, docentes, egresados y familiares, rindieron homenaje a la División Perdida, los 29 desaparecidos y a mi amigo Willy. Por eso no olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos. Los queremos con vida a cada uno de ellos. Los queremos mucho. Son nuestros compañeros para siempre. (GMcL, 31/3/2006)

Homenaje de los ex-alumnos del ENAM el 23-03-2006 La división perdida 30 pancartas sostenidas por 30 estudiantes actuales 30 años después. Tres vecinos de Almagro asistieron al ENAM: Guillermo Tamburini, Evangelina Carreira y Beatriz Le Fur
Feliz cumple Emilio y Gustavo…

Convocatoria a la colocación de la baldosa Willy Tamburini Podlesker
Tu figura se agranda, pierde nitidez
Gigante invencible, pilar de Pucará, yudoca.
Refugio de débiles e indefensos
Hombre bueno, tolerante
Luchador incansable contra toda injusticia.
Enamoradizo, compadrito, tanguero
Atrevido y audaz en el amor y en la acción.
Comprometido desde la piel, siempre al frente.
Amigo firme, hermano del alma, compañero. Guille, Emilio, Silvia y Horacio

Encuentro 9 de agosto de 2008
Siempre hablé de 30.000 hermanos. Es la primera vez que habló del mío. Los Vecinos de Almagro-Balvanera descubrieron que es tiempo de ponerle caras a los números. Gracias por hacerlo… No basta con escribir los nombres. En un país que condena a 25 chicos por día a morir de enfermedades curables, hace falta tomar las banderas de Willy, Cecilia y 30.000… Willy había decidido no dejarse llevar. Desgraciadamente se llevaron a mi cuñada. Cierro con Atahualpa: con nosotros nuestro tiempo pa’ que naides quede atrás…

Una anécdota que refleja al gigante que conocí durante la dictadura de Onganía. Calle Santa Rosa, Córdoba Capital. En medio de una manifestación gritábamos: militares asesinos del pueblo argentino. Un señor de civil me separó del grupo y después de manifestar: no voy a permitir que ofenda al ejército, estaba a punto de pegarme. Willy me arrancó de la situación con una consistente trompada al agresor… Miguel (compañero de militancia de Guillermo Tamburini)
Más de 200 emociones…

Fecha de Desaparición o Asesinato: 
Hace 39 años 31 semanas
Barrio: 
Almagro