Lewinger
Lewinger Arturo y Gruszka Lubelczyk Eva [vivieron Asesinados] ¡Presentes! Arturo recibió un tiro en la comisaría 2ª de Mar del Plata el 25 de mayo de 1975 cuando intentaba rescatar a Eduardo Soarez (abogado) allí torturado. Era maestro mayor de obras (Otto Krause) dejó la carrera de arquitectura para estudiar historia en la UNLP. Militó en el socialismo de Alfredo Palacios, en el grupo MIR-Praxis creado por Julio Frondizi, fue fundador de la FAR y dirección de Montoneros en Córdoba y La Plata Eva (LC 4.474.233, Redefa 356) tenía 34 años, era Asistente Social y estudiaba Ciencias de la Educación. Fue asesinada el 3 de mayo de 1977 en la calle 30 Nº 2097, La Plata Arturo y Eva se casaron el 4 de septiembre de 1962. Su hijo: Juan Pablo, ahora reside en los Estados Unidos. Vivían en Pringles 1014 Enviar la historia de vida y cualquier información sobre Arturo y Eva a memoriayjusticialmagro@yahoo.com.ar Mi padre delegó en él muchas atribuciones. Seguramente movido por sus propias dificultades para enfrentar las contradicciones y los cambios de mi adolescencia. Lo cierto es que Arturo no sólo era mi hermano mayor -me llevaba cuatro años y medio- sino en cierta medida mi orientador personal. Vivimos con mi hermano un amor tan intenso que, hasta la adolescencia, requirió del estrecho contacto físico que implica la pelea constante. Peleas donde él medía su fuerza para no lastimarme y yo descargaba toda mi agresividad, no sólo física, tratando de herirlo en su orgullo (Por ejemplo, Arturo armó peleas infantiles para sacar bueno a Jorge Omar y éste acusó al primero de inmoral, por un negocio de canje de soldaditos por el cual ambos estaban contentos) Pasado ese período, nuestra relación se encauzó más armoniosamente, aunque no en la dirección que hubieran querido mis padres. Arturo pasó a militar en el Partido Socialista de Alfredo Palacios y, siguiendo sus tradiciones, me ofreció participar en reuniones literarias. Como adelanto me recomendó leer Los Miserables de Víctor Hugo […] Ese libro me despertó a los problemas sociales, pero no llegué a concurrir a ninguna reunión literaria porque Arturo pasó a participar del Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR Praxis con Silvio Frondizi […] Inicié mis primeras armas en la política siguiendo los pasos de mi hermano, lo que me llevó a conocer las volanteadas de fábrica, la militancia estudiantil y las villas miseria del Gran Buenos Aires. También el pensamiento de marxistas como Gramsci, Cabriola y Lefebre; jacobinos como Rouseau; cristianos como Chardin y Mounier; existencialistas como Sartre y muchos otros, que conocí por sugerencia de Arturo y de Silvio. Mi hermano, junto a Jorge Castro (directivo periodístico del Cronista y reciente funcionario menemista) Alberto Ferrari (ahora abogado vinculado al radicalismo) Luis Piriz (luego militante del PRT desaparecido) Aldo Cammoto (abogado de sindicatos combativos fallecido hace poco) y otros, lanzó a files de 1965 el Tercer Movimiento Histórico. Grupo político que planteaba superar el yrigoyenismo y el peronismo […] Arturo ejercía un liderazgo natural; extrovertido y simpático, de sensibilidad humana y social increíble, se ganaba el afecto de la gente… Arturo estudió arquitectura y puchereaba como dibujante. Se había recibido de maestro mayor de obras en el Otto Krrause, pero no le gustaba. Un día dejó esa carrera y se puso a estudiar Historia en la universidad de la Planta, su verdadera vocación. Desde la adolescencia lo recuerdo con Eva Gruszka. Se casaron el 4 de septiembre de 1962… Con Roberto Pampillo, Élida y Humberto D’Ippolito, Arturo y Eva, Luis Piriz y pocos compañeros más, decidimos visitar al Che. Humberto se incluyó en Descamisados, Piriz en el PRT, los demás luego serían destacados militantes montoneros. El intento nos llevó el 13 de noviembre de 1967 a Cuba y tras la muerte de Guevara, volvimos al país a formar las proto-FAR. Arturo llegó a ser miembro de la conducción nacional de Montoneros, sin abandonar el contacto con compañeros de las villas, trabajadores, profesionales. Esa red de relaciones construida tras años de actividades sociales era su cable a tierra y su retaguardia en los momentos difíciles… Mi detención en Rawson el 17 de agosto de 1972 (tras la fuga del penal) y las distintas funciones políticas que asumimos (Arturo fue responsable de la regional Córdoba y de La Plata) nos impedían un contacto frecuente, pero cada uno tenía en el otro un punto cardinal que definía su posición. Cuando nos veíamos era una fiesta […] compartíamos los avances de nuestros hijos: Juan Pablo (Buche) y Andrea, intercambiábamos sobre los últimos libros leídos y nos homenajeábamos con algún asadito. Arturo bromeaba: está bien que la guerra sea prolongada pero no la prolonguemos. Cosas de la clandestinidad: casi nadie sabía que éramos hermanos y no teníamos parecidos físicos que lo delataran. Lo llamaban el ruso, Chacho, Chachosqui o Felipe. Las esporádicas reuniones que compartíamos me brindaron el placer de tenerlo cerca. Discrepábamos sobre el liderazgo de Perón y es una ocasión se me escapó la frase: estás equivocado hermano. Me pareció un “gaff” imperdonable, cuando se tomó como una expresión cariñosa entre compañeros. Arturo fue uno de los representantes de Montoneros que se entrevistó con Perón en Gaspar Campos. Era un tipo de una audacia y una generosidad sin límites… Yo salí en libertad el 25 de mayo de 1973. Dos años después era detenido y torturado en la Comisaría segunda de Mar del Plata Eduardo Suárez. Chacho, jefe de la regional Sur, dirigió un operativo para liberarlo. Fue asesinado fríamente en el suelo. Cuando mi padre fue a buscar su cadáver sufrió amenazas e insultos por judío y comunista. En el velatorio la policía no permitió que se pusiesen flores. Trece años después de su muerte, la lápida de su tumba en el cementerio de la Tablada fue destruida por manos anónimas. Quizás por mano de obra desocupada… No me maten, soy un chico, gritó Juan Pablo cuando salió con las manos en alto de la casa rodeada por el Ejército en La Plata. En el jardín estaba tendida su mamá sin vida, adentro estaba el cuerpo de su compañero Jorge Elio Martínez (Julio) con quien Eva había formado pareja un año después de la muerte de Arturo. Una década y medio después, mi sobrino me contó que todavía se pregunta por qué no se acercó para ver si su madre estaba realmente muerta. Había terminado el tiroteo, Julio había metido a Juan Pablo debajo de una cama y le dijo que no saliese. Un rato antes del infierno, Juan Pablo había vuelto de la escuela y Julio le sirvió la merienda […] Tres años después de ese encuentro (1995) Juan Pablo se animó a volver a su casa. Lo hizo antes de partir a completar sus estudios en el extranjero. Nos acompañaba su novia. Las verjas del pequeño jardín de la calle 30 Nº 2087 (calle de tierra entre 74 y 75) aún guardan los agujeros de las balas. La vecina de al lado (Beba) reconoció a Juan Pablo gracias a una foto de cuando tenía ocho años y se deshizo en recuerdos. Al vecino de enfrente (Andrés) se le cayeron las lágrimas derramó algunas palabrotas para los milicos y nos acompañó a buscar a su hijo: amigo de la infancia de Juan Pablo. La señora que hoy vive en la casa nos dejó transponer su vieja puerta de chapa con cierto pudor por la pobreza de sus pertenencias. Rehicimos el camino que había hecho diariamente Juan Pablo para visitar la escuela. No tenían registro de los alumnos que pasaron por tercer grado en 1977. Juan Pablo quiso visitar la Comisaría 5ta. donde lo llevaron después de la muerte de su madre y de donde lo recuperó mi papá, su abuelo. Tampoco había registro de su paso por ahí. Sólo el calor de los vecinos y las marcas de las balas, disipan las brumas de un pasado aún desaparecido por las instituciones […] Nos fuimos, creo que Juan Pablo estaba aliviado: no era ya una pesadilla… A don Arturo Lewinger, peronista y montonero Seguramente en el colegio te decían El rusito. Seguramente te has agarrado a trompadas más de una vez y seguramente de allí salió esa estirpe criolla, esa valentía revolucionaria que nos alumbra como una firmeza, un sol de comprensión. (Vengo escribiendo y escribiendo, hablando y hablando de compañeros que han matado. Hace años fueron Emilio o El Rubio, pero ahora hay muchos. José Moustache, El Mormón, Añamén, el que lloró de alegría sobre mi hombro) Seguramente cuando te decían El Gaucho muchos sonreirían pensando estar frente a una vulgar broma antisemita: seguramente sabían muy bien que todos te consideraban seriamente nuestro Felipe Varela, nuestro Chacho Peñaloza, en estos llanos de piedra y males, en estas capitales injustas. (A la mañana, cuando uno abre los diarios, hay que tener un arma al alcance de la mano: El Pelado Marcos fue asesinado esta mañana, seguramente ayer a la tarde; un tiro en el medio de su enorme frente bondadosa, de su grueso humor, de su terquedad minuciosa ¿Con quién voy a discutir ahora? Seguramente este gaucho que nos falta no lo encontraremos así nomás, aunque seguramente ya estás en la memoria de todo este porfiado pueblo gaucho que jugará su vida, que seguirá haciendo lo que hiciste, entrar, liberar al compañero preso, recibir en el pecho la estrella punzó, si es necesario; mejor abrirla en la entraña del enemigo. (Hay que hablar y escribir de otros temas. Además hay que derrotar al enemigo. No se puede morir de rabia; hay que ir armando el poder del pueblo. Nuestros muertos han muerto por eso; por eso seguirán muriendo los torturados, los caídos, los asustados, los convencidos; hay caído muchos, hay que tener un arma al alcance de la mano. La rabia, el dolor, es para el aniquilamiento del enemigo) Seguramente irás al cielo hebreo, al cielo de Cristo, a todos los cielos. Y seguramente te quedarás en el cielo de la patria, donde seguramente no te dejaremos descansar en paz, porque tanta inmensidad será poca para recordarte, para seguirte, para agradecerte, para gritar tu nombre en los combates y en el asalto final, querido Gaucho Paco Urondo Juicio por la Verdad, 5 de marzo de 2007 Informe de Carmen Segarra (Secretaría de DDHH de ADUM) En la audiencia de hoy, 5 de marzo de 2007, prestaron declaración testimonial el señor Eduardo Soares y la señora Laura Chino. El Sr. Soares ya había prestado declaración en el Juicio por la Verdad, fue convocado nuevamente en función de avanzar en el esclarecimiento del secuestro y posterior asesinato de la licenciada María del Carmen Maggi, quien fuera decana en la entonces Universidad Católica de Mar del Plata. El objetivo fue avanzar en el conocimiento de los grupos de ultraderecha que, con anterioridad al golpe de estado operaban en nuestra ciudad, particularmente la Concentración Nacional Universitaria (CNU). Soares explicó que inicialmente la CNU era una fuerza política de derecha, pero que entre 1973 y 1976, comenzó a actuar con y de apoyo de las fuerzas de seguridad, convirtiéndose desde esa fecha en adelante en una filial de la AAA en Mar del Plata. La CNU, como fuerza de choque, se conformó previamente al asesinato de Piantoni, hombre de esta fuerza, e intensificó sus ataques contra los militantes de la izquierda peronista después de este evento. Soares planteó que todos los secuestros acaecidos antes del golpe fueron semejantes: realizados por hombres jóvenes, con pelucas, armados, y alguien que exhibía una credencial oficial. Luego de estos allanamientos ocurrían los homicidios de las personas secuestradas. Ese fue el caso de Coca Maggi, Pacho Elizagaray, su tío y primos de apellido Videla, Hugo Kein, René Isuz, y su propio padre. En el caso de su padre piensa que se trató de una venganza por lo ocurrido en el intento de liberarlo a él de la comisaría. En el caso de Coca Maggi, Soares sólo pudo interpretar este hecho tiempo después, cuando tuvo información acerca de los profundos conflictos políticos de la Universidad Católica, que por otra parte era de la curia. También recordó el asesinato de uno o dos médicos del Hospital de la Comunidad, pero ignora las razones. Tampoco tiene referencias acerca del caso Goldemberg. Dado que por su militancia en la organización Montoneros, Soares era el responsable de las relaciones con otras fuerzas políticas, pudo conocer a los miembros de las organizaciones de la derecha peronista: Demarchi (jefe CNU) Ulloa Vigliso, Piatti, Arenasa y Catuogno. Todos de la facultad de derecho a la que él concurría. No eran una organización clandestina y por eso sus miembros eran conocidos. Además se jactaban de pertenecer a ella. Recuerda que a fines de 1972 o principios de 1973 el representante del CNY en la reunión convocada por Julio Troxler (interventor del PJ) Demarchi. Dos años después ocurrió lo mismo en una reunión de juventudes en la CGT. Respecto del secuestro de su padre, piensa que quienes entraron a su domicilio pudieron haber sido de la CNU porque lo conocían, pero el operativo era de la policía. Su madre lo describió como un joven de unos 30 años, de cabello oscuro y lacio. Soares relató que cuando cayó preso fue torturado en presencia del comisario Maiti y un oficial joven cuya descripción es semejante a la realizada por su madre y el padre de Coca Maggi. Sobre el asesinato de Pacho Elizagaray recuerda que ese día fueron informados por quien era su jefe en la organización montoneros: Juan Gasparini, que desde La Plata había salido un grupo operativo en tres autos, que luego se vieron en la Policía Federal y en la regional de Mar del Plata. Gasparini les pidió que tomaran recaudos, especialmente con Pacho. Este decidió no dormir adonde lo hacía habitualmente. Lo hizo en casa de la familia Videla, parientes cercanos suyos. Ahí se produce el operativo que termina con el asesinato de su tío, sus primos y el propio Pacho. Soares también relató el episodio en el que se intentó liberarlo de la comisaría segunda de Mar del Plata. Recordó haber oído tiros y luego la voz de Arturo Lewinger preguntando por él, un disparo, su caída y otro tiro que supone fue el de gracia, ya que minutos después le muestran su cadáver. Cree que de no haber sido por la llegada del Juez González Echeverri, él también hubiera sido asesinado. Soares denunció ante el Juez que había sufrido apremios al ser detenido, al igual que Julia Giganti, con quien había caído. Lo hizo delante del propio comisario Maiti, quien había presenciado estos apremios. El fiscal resultó Demarchi. Soares planteó que en ese momento, a pesar de conocer muy bien a Deamrchi, ignoraba totalmente que fuera fiscal. Fue trasladado a Sierra Chica y allí su abogada defensora fue la Dra. Teodori, a quien cuando le preguntó acerca de su padre, que había sido asesinado, le respondió ¿Qué pretendías que hiciéramos con tu padre? Finalmente contó que después de haber prestado declaración testimonial, fue visitado por un abogado que dijo venir de parte de Demarchi Este abogado se presentó como un ex militante de la JP, pero él no lo recordó. También le dijo que Demarchi quería hablar con él ya que sus declaraciones en el Juicio por la Verdad eran equivocadas. Soares le contestó que no tenía interés y no verificó si era cierto que este abogado hubiera sido enviado por Demarchi. La señora Laura Chino fue secretaria de la Facultad de Humanidades de la Universidad Católica cuando la Lic María del Carmen (Coca) Maggi era Decana de la institución y Grinberg, Rector. Relató que estudió en esta Facultad desde 1969 hasta 1973, año en que militó en la JUP. La universidad atravesaba por un proceso de cambio, dado que desde las organizaciones peronistas y de izquierda existía la decisión que pasara de la órbita de la Iglesia a la Provincia. María del Carmen Maggi, si bien no tenía militancia en las organizaciones, estaba consustanciada con el proyecto de una educación universitaria gratuita y popular y era la cabeza visible de la transformación. No cobraba salario en su cargo. En ese momento, era obispo en la diócesis, monseñor Pironio, quien tenía una relación fluida con María del Carmen. Él había llegado a Mar del Plata inmediatamente después del asesinato de Silvia Filler a reemplazar en el cargo a Monseñor Plaza, quien fue al Arzobispado de La Plata. Ya hacia finales del 73, había comenzado el hostigamiento hacia monseñor Pironio, no sólo por su actitud de apoyo con respecto a la transformación de la universidad, sino porque pertenecía a la rama progresista de la Iglesia y adhería activamente a la Teología de la Liberación. Interrogada sobre quiénes lo hostigaban, respondió que era vox populi que los responsables en Mar del Plata pertenecían a la CNU, que el nombre que circulaba era el de Demarchi y otros que no recordó. También fue objeto de intimidación (su auto fue robado y luego apareció con chapa oficial) monseñor Sidotti, quien trabajaba junto a Pironio y se ocupaba activamente de los asuntos de la universidad cuando éste se ausentaba de la ciudad. Dijo que en el 74 comenzaron las pintadas intimidatorias en la casa de la Lic Maggi, que ella había manifestado que la seguían y que tenía temor. En cuanto a su secuestro, Laura Chino dijo que el 9 de mayo a las 20 horas debían encontrarse con ella en la esquina de Jujuy y Libertad, junto con Abachian, a quien llamaban el armenio. Ambos esperaron hasta aproximadamente las 22. Al ver autos detenidos en las cercanías, decidieron retirarse. A la mañana siguiente, el padre de María del Carmen fue a verla a la escuela donde trabajaba y llorando le relató el secuestro de su hija, ocurrido en la madrugada del 10/5. Le dijo que unos diez hombres fuertemente armados tocaron el timbre de la casa y preguntaron por Maria del Carmen Maggi. Estaban vestidos con ropa como de fajina, no identificable con ninguna fuerza en particular. Fue claro que no la reconocieron, dado que no la llamaron por su apodo y le preguntaron si era ella, por lo que ambos dedujeron que estas personas no eran de Mar del Plata (acá era muy conocida). Si bien el padre insistió que llevaran medicamentos porque sufría de diabetes, no accedieron. Luego de este hecho, la Sra. Chino se ocupó de las cuestiones académicas de la Facultad y en junio se fue de Mar del Plata, dado el clima de inseguridad que se vivía. Supo más tarde que esos medicamentos fueron solicitados (no sabe por quién) al Dr Pascual Ascencio médico y esposo de una profesora de la Universidad, y que Monseñor Pironio había acompañado al Sr Maggi en los trámites posteriores y en los reclamos que se hicieron desde distintos ámbitos. Ante una pregunta del Juez Falcone dijo no saber si monseñor Sidotti se había entrevistado con María Estela Martínez de Perón y López Rega, que estaban en la ciudad en esos días. Citó como compañeros en la universidad ahora desaparecidos a: Mercedes San Vicente, Julio Genoud, José Luis Peralta, Tomás Fresneda, el citado Abachain, Antokoletz y Quique Pecoraro. Domingo | 15.11.1998 Un nuevo volumen de testimonios se agrega a la bibliografía reciente sobre la guerrilla de los años 70. En él, una generación rastrea su historia. José Gabriel Vazeilles El libro de Gonzalo Chaves y Jorge Lewinger Los del 73. Memoria montonera continúa una serie de relatos y memorias abierta con la caída de la dictadura militar de 1976-83, que habrán de constituirse en un material importante para la historiografía. Los autores de este volumen, editado por La Campana, se colocan en un punto de vista que apunta en ese sentido en el texto de la introducción, al reconocer las publicaciones anteriores, que buscan rescatar la memoria: nosotros no pretendemos decirlo todo, solamente queremos hacer conocer nuestra parte. El carácter del texto es predominantemente testimonial. No es que las reflexiones desde el momento actual estén ausentes. Aunque implican puntos de vista diferentes de los que tenían los autores en el pasado e incluyen el reconocimiento de lo que juzgan errores propios, No tienden a una reelaboración global de la experiencia, sino más bien a la defensa de algunas perspectivas de rescate de la materia, tal como la de que es falso que la organización Montoneros estuviera constituida por una masa ingenua de dirigentes y militantes, arrastrados por una cúpula maligna que a la postre los traicionó. Para eso es el listado de directivos de la organización detenidos-desaparecidos o muertos en acción que aparece en un texto de Chaves, elaborado con Lewinger. La lista busca contraponerse a la cúpula encabezada por Mario Eduardo Firmenich, bajo el subtítulo Vergüenza ajena, para expresar el sentimiento frente a la solicitud de dicha cúpula de pasarse con armas y bagajes al carro del menemismo. La distinción es válida, pues el balance biográfico de un integrante de la cúpula es muy diferente del de un integrante de la lista. Pero a la vez es extremadamente simplista, pues ¿acaso no hubo un alto grado de probabilidades de que cualquier integrante de la cúpula pudiera hoy figurar en ella? Desde luego, el juicio inverso no puede formularse. Equivaldría a injuriar gratuitamente la memoria de los caídos el suponer que, en caso de sobrevivir, podrían haberse comportado como aquellos que dan vergüenza ajena a los autores. Pero esta circunstancia pone más de relieve aún la heterogeneidad de la comparación: tiene un sentido muy débil comparar biografías de caídos con la de sobrevivientes, porque son esencialmente diferentes los criterios de valoración de unos y otros. Se comprende que los autores tengan la delicadeza de no compararse ellos mismos con Firmenich y Perdía, pero también hay muchos otros sobrevivientes en actitud contraria, así como que el trío cupular no agota los casos de adhesión al menemismo, ni el menemismo ha sido el único destino de ex militantes.Se comprende también que esa dispersión de destinos y el bajo tono del campo político actual son un marco en el que se deslizan fácilmente esas comparaciones heterogéneas, o que limitan a una vergüenza ajena el juicio sobre una cúpula que ha ido más allá de negociar la sangre derramada. Más indiscutible es la comparación entre el joven Carlos Alsogaray y el general Antonio Bussi, ya que éste es responsable impune de desapariciones, torturas, asesinatos y saqueos, con lo que la homogeneidad temporal está asegurada. Pero es justamente a continuación de esta nitidez (cita una nota del hermano de Carlos Alsogaray) que la falta de relieve en la crítica a la apropiación personal de fondos políticos y a Rodolfo Galimberti no parece justificarse fácilmente en el bajo tono de la política actual. Un secuestro extorsivo, de quien sea, es un acto extremo de la violencia política, que debiera teñir de cuidados casi sagrados los destinos del dinero así obtenido en procura de su justificación ética. Casi con seguridad los fondos que se habrían llevado Galimberti y otros tuvieron origen en el rescate pagado por Bunge y Born. La parábola que va de allí al acto final de entrar en la seguridad de Bunge y Born, en medio de fiestas de reconciliación y sobre el telón de fondo de una maquinada y frecuentemente ilícita concentración del ingreso, con miseria y desocupación en la base social, es insoslayable. Pues tal trayectoria pertenece al mismo nivel de los hechos que legítimamente resaltan en su rescate de la memoria, con una emoción humana encomiable en los recuerdos de Horacio Chaves, Arturo Lewinger, Gustavo Rearte, Julio Roqué, José Sabino Navarro y tantos otros, estableciendo ricas relaciones y reflexiones para ese antes. Parece razonable esperar que ellos sean buenos cimientos para construir más fluidos puentes con el ahora. La revista trimestral Lucha Armada en la Argentina se ha propuesto relevar, específicamente, la experiencia guerrillera. Pensada con un formato ensayístico académico, Lucha Armada presenta artículos de fondo que incluyen bibliografía, entrevistas, reproducción de documentos y debates. Uno de sus directores, Gabriel Rot, explica: definimos nuestro objeto de estudio sin prejuicio ni ambigüedades. No es una reivindicación ni una convocatoria. Es decir con nombre y apellido de qué venimos a hablar. Es llamar a las cosas por su nombre. Lo interesante es la reacción del público. Algunos lo condenan otros lo reivindican. Nosotros queremos ser explícitos: creemos que hablar sin tapujos sobre el tema desacraliza las cosas. Han salido seis números desde comienzos de 2005, con un tiraje de dos mil ejemplares cada uno, y no han perdido continuidad. Sus hacedores reconocen el estímulo existente en la revisión de los ‘70, y señalan la pobre o escasa respuesta que ofrece la investigación académica a un público amplio. En tal sentido, se ubican a distancia tanto del bestsellerismo político amarillo que produce biografías que sesgan y reducen los problemas como de la historiografía que intenta despachar el fenómeno guerrillero como si fuera una anécdota o efecto de un juvenilismo violento. El último número trae un interesante trabajo de Lila Pastoriza sobre Roberto Quieto y el mito de su traición, un ensayo de Nicolás Casullo sobre memoria y revolución y artículos de Sergio Caleti, Luis Rodeiro y Guillermo Caviasca sobre los orígenes de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) la crisis de las FAL (Fuerzas Armadas de Liberación) protagonistas como Arturo Lewinger y Jorge Caffatti, y reflexiones de Sergio Bufano (codirector) y Mario Beteo sobre la polémica iniciada por el filósofo Oscar del Barco a partir del precepto: no matarás. Lejos de presentar la lucha armada como brote de violencia, se la muestra como elecciones de organizaciones políticas y sociales en contextos ideológicos e históricos puntuales. De hecho, tantas son las diferencias, los cruces, las historias, los planteos y las preocupaciones o el modo en que cada organización accede a la acción guerrillera, que no alcanza una frase o un prejuicio para comprenderla. Más de cuarenta agrupaciones de distinto linaje político e ideológico participaron de la lucha armada. Buscamos una tendencia seria y de apertura. Somos críticos pero no renegados. No renegamos del socialismo y de la izquierda, pero somos críticos, dice Gabriel Rot. Acaso la ruptura de la falsa simetría entre bandos permita restituir la dimensión política e histórica, y sobre todo el plano incomparable que remite al campo de las clases subalternas, del pueblo, de los desposeídos, de los de abajo, palabras que nombran a quienes este mundo se ha empeñado en cobrarles caras sus derrotas. © 2000-2007 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados Ver nota en www.pagina12.com.ar Cine La fuga que fue masacre María Pilotti y Mariana Arruti, además de madre e hija, son socias en su propia productora: Fundación Alumbrar. En el último Festival de Cine de Mar del Plata, en la sección La Mujer y el Cine, se presentó el primer largometraje de su empresa, un documental que reconstruye la masacre de Trelew –ese episodio inaugural que anticiparía el terrorismo de Estado– a través de testimonios directos en los que todavía se puede advertir un miedo que ya cumplió los 30 años. 1. La hija: Mariana Arruti, directora de Trelew 2. madre: María Pilotti, productora de Trelew 3. una imagen clásica: la rendición de los que nunca llegaron a escapar 4. el aeropuerto abandonado después de la masacre. En sus paredes todavía están escritos los nombres de los fusilados. Tiene todos los elementos para ser un thriller apasionante. Pero resulta que es uno de los episodios más dramáticos y escalofriantes de la historia argentina reciente. La cineasta María Pilotti y la antropóloga y documentalista Mariana Arruti, que además son madre e hija, se trasladaron a Trelew para reconstruir lo que hubiera podido ser la fuga del siglo y que el 22 de agosto de 1972 concluyó en la masacre de 16 miembros de organizaciones armadas. La hija ofició de directora, la madre de productora. Y en un pueblo todavía asolado por el terror, con un equipo reducido y escaso presupuesto, consiguieron entrevistar a personas que no habían hablado en más de 30 años: los taxistas que llevaron a los militantes al aeropuerto, el funebrero que retiró sus cuerpos y el que se reconoce como el “máximo responsable” del fracaso del operativo. El adrenalínico documental, que se mostró por primera vez en la sección La Mujer y el Cine del Festival Internacional de Mar del Plata, se estrenará en mayo en Trelew y, luego de una gira sureña llegará a Buenos Aires para un nuevo aniversario de la masacre. Mientras Arruti, la hija, acompaña la exhibición de La huelga de los locos (2002), su documental que compite en el Festival de Toulouse, Pilotti, la madre, se entrevistó con Las/12 y contó las intimidades de un rodaje que, en gran medida, se realizó de manera clandestina. –¿Cómo fue trabajar codo a codo con su hija? –La relación fue de trabajo. La creadora es Mariana pero compartimos la mirada. Cada una hacía su parte y obviamente tomábamos mate y nos consultábamos todo el tiempo. Pero, en realidad, fue un gran esfuerzo colectivo: en los títulos hay dos minutos y medio de agradecimientos. Es una historia muy triste que hicimos con mucha alegría. –¿Cuál fue el eje que usaron para reconstruir la historia? –Quisimos que cada uno hablara desde su lugar. Nadie cuenta nada que no haya hecho. Después, cada cual interpretará como quiera, como pueda. Salvo los célebres 20 minutos de Raymundo Gleyzer, el episodio nunca había llegado a la pantalla grande. Mucho antes de que la película estuviera terminada, las versiones off-line comenzaron a circular por distintos festivales internacionales. Fue premiada en el Festival de Trieste, en el Festival de Cine Latinoamericano de La Habana y, a pesar de que se trata de un documental (en sus 98 minutos sólo hay pequeños tramos de ficción), el Festival de Toulouse quiso exhibirlo en la sección Cinéma et construction, donde se verá concluido este año. Y el Bafici 2003 pidió proyectar los avances en la sección Lo Nuevo de lo Nuevo. 30 años de terror A más de 1500 kilómetros de la Capital, Trelew sigue siendo un pequeño poblado casi desolado. A 15 kilómetros del Penal de Máxima Seguridad de Rawson, se levanta el inexpugnable escenario del horror: la Base Almirante Aeronaval Zar. El equipo llegó por primera vez a Trelew en agosto de 2000. “A 30 años de la masacre, nos encontramos con un pueblo que todavía seguía sometido en el terror, con muy pocas ganas de hablar de lo que había pasado”, cuenta Pilotti. Antes de que se encendiera una cámara, directora y productora contaban con un inédito trabajo de investigación realizado por Jorge Magallanes. Chiche López, desde Buenos Aires, y Juan Arruti desde Trelew, se encargaron de ubicar a cada uno de los protagonistas de la historia. “Lo más difícil fue vencer la resistencia terrible de la gente. En el momento que empezamos a filmar, todavía creían que el terror estaba junto a ellos. Muchos de los pobladores se habían tenido que exiliar por la persecución tremenda que hubo después. Fue un trabajo enorme”, dice Pilotti. El primer desembarco fue poco menos que clandestino. –No podíamos contar nada de lo que veníamos a hacer. Nadie estaba avisado, ni se hizo ningún tipo de propaganda. Queríamos entrar a filmar al penal y también a la Base Aeronaval. Eso nunca se había hecho y no convenía que se supiera. A la base militar nunca lograron entrar: una negociación de un año y medio sólo permitió tomar imágenes desde atrás de los alambrados, a 300 metros del edificio –cuenta Leonardo Aquinaga, de 29 años, y uno de los que colaboraron en el rodaje y la fotografía. En cambio, por primera vez, consiguieron filmar en el interior del penal. “El trabajo de convencimiento con la penitenciaría fue larguísimo. En realidad, y no sé si conviene decirlo, nunca dijimos que estábamos filmando un documental sobre la masacre, dijimos que estábamos haciendo un trabajo en las distintas cárceles del país”, dice Pilotti –¿Qué fue lo más difícil del rodaje? –Lo que no conseguimos: filmar en la base y el testimonio de algún militar que hubiera estado allí esa noche. Logramos contactar a un cabo 1º durante el episodio que nos habló un montón. Pero a último momento no se animó a grabar. No lo quisimos forzar. Y todo por una señal El film ahonda en la fatal confusión, ese error mínimo que terminó desbaratando el plan de fuga de 110 personas, entre guerrilleros y presos políticos. El que lo cuenta por primera vez es Jorge Lewinger, quien se reconoce como “máximo responsable” del fracaso del operativo. Y todo por una seña mal interpretada, un hecho nimio y confuso que, sin embargo, marcó su vida para siempre. –Tenía que haber señas desde los dos lados –dice Pilotti–, de afuera y de adentro del penal. El apoyo externo tenía una doble función: comunicarse con el aeropuerto de Comodoro para chequear que el avión hubiera salido y calcular el horario preciso de aterrizaje en Trelew para dar el OK para empezar la fuga. Era un plan casi imposible y todo tenía que estar absolutamente combinado. Y salió perfecto, todo. Por eso es una historia tan triste –¿Qué fue lo que falló? -Hubo un tiro. Uno de los sobrevivientes cuenta que, durante la fuga, se encontró frente a frente con un guardiacárcel y disparó. Ese tiro fue escuchado desde afuera. Según aparece en las entrevistas –sigue Julieta Rabottaro, 24 años y asistente de producción–, al escuchar el tiro, el primer auto del apoyo externo se mandó como kamikaze a ver qué pasaba. Y Lewinger, que venía controlando los camiones atrás, en situación de nervios extrema, dice que interpretó mal la seña y que dio la orden de dar marcha atrás. Cuando después sale el auto con los 6 líderes del operativo, buscan los camiones por el pueblo para mandarlos a buscar al resto, pero no los encuentran. –¿Lewinger vio la película terminada? –Sí. Cuando salió, se puso a llorar como un chico. Hubo que tomarle el testimonio varias veces, tenía muchas dificultades para contarlo. Es un hecho terrible que marcó su vida. Tuvo la valentía de contarlo. La vida por un taxi En el atardecer del 15 de agosto, más de 100 presos se encontraron con un penal de máxima seguridad bajo su control y un plan de fuga desbaratado. Los militantes decidieron llamar a una empresa de taxis para intentar alcanzar a tiempo el aeropuerto. En el film, por primera vez, hablan dos de los tres taxistas (el tercero falleció) que condujeron a 19 militantes en esa carrera ciega contra el destino. –¿Cómo lograron convencerlos? Aguinaga: –Ellos nunca habían hablado del tema. Estuvimos toda una semana intentándolo y, al final, María lo logró. Cuando tuvimos esos testimonios nos dimos cuenta de que la película tenía vida propia. Fue muy impactante. En plena entrevista, uno de ellos miró el reloj y dijo: “A esta hora exacta estábamos en el auto”. –¿Por qué no habían hablado antes? –Por el terror, siempre lo mismo. Ellos viven en Rawson y dependen todo el tiempo del penal y de la base militar. Es muy difícil hablar de lo que pasó ese día cuando podés tener un tío que estuvo en la base o un familiar que, después, fue acusado de colaborador. En la película, los choferes cuentan que durante el trayecto debieron detenerse varias veces a esperar al tercer taxi que, al parecer, se demoraba adrede. Y que cuando al fin entraron al aeropuerto, el avión carreteaba por la pista. “Les hicimos luces –cuenta, casi con desesperación, uno de ellos–. Pero despegó igual.” Aeropuerto Camuflados con uniformes de los guardiacárceles, la selecta cúpula guerrillera tomó la torre de control del aeropuerto y subió al avión con la intención de desviarlo a Chile. ¿La excusa? Un simulacro militar a prueba de terroristas. Pero el ardid no contentó a la firme profesionalidad del piloto que aún aceptando que fueran militares, argumentó falta de combustible y aceite, y se negó a obedecer. El episodio tragicómico lo cuenta el propio Fernando Vaca Narvaja, que no hablaba hace 6 años, y que necesitó una cena familiar en casa de la productora para volver a hacerlo. El y Osatinsky tuvieron que apelar a sus capacidades actorales (uno adoptó una posición dura y otra blanda) y el piloto, harto del primero, no tuvo más remedio que encender las turbinas. No hizo falta bajar a los pasajeros: habían quedado pocos. El resto de la historia es conocido: la comitiva rezagada llega al aeropuerto, da una conferencia de prensa (la primera conjunta de FAR, Montoneros y ERP) y sitiados por los militares, se rinde pidiendo como garantía la custodia de un médico y un juez en el regreso al penal. Con la voz temblorosa por los nervios y la edad, médico y juez cuentan a cámara cómo los militares violaron el acuerdo. Veinte días después de la masacre el aeropuerto fue cerrado. A las 10 cuadras se construyó el que funciona hasta hoy. En un paneo, el film muestra las paredes del aeropuerto abandonado donde están escritos los nombres de los guerrilleros ejecutados. Silencio fúnebre Otro de los que habla por primera vez es uno de los empleados de la empresa fúnebre, convocada para retirar los cuerpos la mañana misma de la masacre. El poblador describe cómo encontró los cadáveres ovillados en el piso, amontonados unos sobre los otros. Según el parte médico, Ana Villarreal de Santucho, la mujer de Roberto Santucho, tenía un embarazo de entre 4 o 5 meses. “Tenía seis tiros en la panza y uno en una teta”, cuenta el funebrero. Mariano Pujadas, líder de la negociación en el aeropuerto, 20 tiros distribuidos a mansalva. Su mayor conmoción fue ante el cuerpo de María Angélica Sabelli, de 21 años. “Era muy hermosa, no me lo olvido. No tenía sangre por ningún lado. Cuando la di vuelta, vi que tenía un tiro en la nuca”, dice. –Conseguimos que hablara en el último viaje. Estuvimos cuatro días para convencerlo. Era la primera vez que daba un testimonio en su vida. Habían pasado treinta años y nunca había hablado del tema. Con nadie. María Antonia Berger, Alberto Miguel Camps y Ricardo René fueron los únicos sobrevivientes. Los tres desaparecieron en la última dictadura militar Rescatando historias En mayo y acompañando el estreno de la película, también se presentará en Trelew el libro que compila el trabajo de investigación realizado por Jorge Magallanes. “Y las entrevistas: tenemos más de 100 horas de grabación, cerca de 50 entrevistas, de una hora y media cada una. Sólo se pudo poner lo que correspondía para una película pero hay muchísima información que no tiene nadie y no queremos que se pierda. Será también un homenaje a toda esa gente que, a pesar del miedo, aceptó dar su testimonio”, dice Pilotti. Trelew es el primer largometraje de la Fundación Alumbrar, la productora que madre e hija crearon en 1995. Arruti ya produjo los mediometrajes Los presos de Bragado (1995) y La huelga de los locos (2002); y Pilotti, el premiadísimo corto Casa tomada, que narra la desaparición de una pareja de ciegos en Rosario. Madre e hija estudiaron en la moderna Universidad del Cine de principios de los ‘90, ambas eligieron el cine político, ¿casualidad? –No creo que sea cine político -dice la madre-. Nos ocupamos de rescatar historias no contadas. Es el cine más difícil y el más oculto. Sin querer puede ser político: sirve para repensar las cosas no resueltas. Cecilia Sosa © 2000-2010 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Todos los Derechos Reservados Sábado 24-4-2010 Soy la hermana de Eva Gruszka, y hermana política de Arturo. Agradezco éste homenaje, porque la memoria activa la necesidad de la justicia, tarde o temprano... en este caso la baldosa reemplazará aquello que ellos tanto quisieron. Vida para que todos los hombres del mundo se dieran la mano. Lamentablemente fue un costo muy alto, pero por fin creo que descansarán en paz, pese a que en mí existe ese duelo que me acompañará el resto de mi vida. Gracias por todo lo que hacen, hicieron y harán. Convencida de ello, les envío éste mail a fin de estar conectados con vuestra tarea. Sinceramente, Perla Gruszka Queríamos dar lo mejor, no morir. A ellos les tocó morir y a nosotros llorarlos. Hoy ellos están aquí, en cada compañero Nelly Vecinos de barrios por Memoria y Justicia cumplen una función a mi juicio fundamental para toda la sociedad, y también para las familias y personas devastadas por el terrorismo de Estado que sufrió nuestro país en los 70. Con su actividad, cada vez más extendida en decenas de barrios de Buenos Aires, ponen en evidencia todo lo que el terrorismo de Estado oculta detrás de sus permanentes intentos de mantener los velos siempre violentos de la impunidad. Es este, a mi juicio, un esfuerzo y una actividad surgidos de lo más conciente de nuestra sociedad, que apunta a sacudirle el miedo, a poner en movimiento a sus miembros aún paralizados por el terror, desinformados por los grandes medios de comunicación, y generar, en definitiva, un pensamiento social que ayude a impedir el retorno de las prácticas aberrantes del genocidio y de sus promotores. Es decir, la actividad de esta agrupación de vecinos busca […] convertir ese pensamiento global -plural en tantas otras cuestiones- en una fuerza social capaz de presionar por políticas de Estado consistentes que bloqueen cualquier intento de retorno de esa violencia genocida, componente importante de las restauraciones conservadoras en Argentina. Recuperar la memoria de lo ocurrido con los militantes populares secuestrados y desaparecidos, asesinados, torturados, supone poner nuevamente de pie un mundo que estaba patas para arriba. En ese mundo dado vuelta, los que lucharon por un mundo mejor […] son acusados de ser los victimarios, mientras que los genocidas que impusieron el neoliberalismo que hambreó y saqueó a nuestro pueblo y a la nación, habrían sido los que vinieron a imponer el orden. Pero esa lucha de nuestros militantes populares caídos dejó también imborrables heridas en sus familiares, sobre todo en sus hijos, convertidos en botín de guerra […] Nunca más cierto, para entenderlo, que aquellos versos del poeta César Vallejo: Hay golpes en la vida, tan fuertes...¡Yo no sé!/ Golpes como del odio de dios; como si ante ellos/ la resaca de todo lo sufrido/se empozara en el alma… Abren zanjas oscuras/ en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Muchos de nuestros hijos llevan por eso una casi inevitable dicotomía: por un lado, a menudo entienden, valoran o reivindican a sus padres, por otro, los cuestionan por todo lo sufrido junto a ellos, por haberlos perdido o por no haberlos tenido cuando más los necesitaban. Por eso, tachonar la ciudad con estos baldosones que nos recuerdan a nuestros perdidos militantes, allí donde vivieron -como en este caso mi cuñada Eva y mi hermano Arturo- donde trabajaron, estudiaron, fueron secuestrados o asesinados, es también una imprescindible reparación, una valiosa resignificación del dolor que recibimos los familiares de la sociedad de la que formamos parte, que así se hace cargo de sus hijos, de sus luchadores, y deja de lavarse las manos con aquel cómplice por algo habrá sido. Aquí vivieron Eva y Arturo, aquí soñaron un nuevo mundo socialista, primero con Silvio Frondizi en el MIR Práxis, y luego decidieron marchar con el Che Guevara a Bolivia. La muerte del guerrillero argentino-cubano los sorprendió en Cuba cuando se preparaban para acompañarlo. De regreso a la Argentina, formaron uno de los grupos que daría lugar a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y luego se sumaron a Montoneros. Aquí nació Juan Pablo, el hijo de ambos. Arturo fue asesinado el 25 de mayo de 1975, en una comisaría de Mar del Plata, cuando intentaba rescatar a un compañero detenido. Eva cayó peleando en La Plata el 3 de mayo de 1977 cuando su casa fue cercada por tropas del Ejército. Juan Pablo tenía seis años cuando murió su papá. Cuando mataron a su mamá tenía ocho y estaba en la misma casa. No me maten que soy un chico, dijo cuando salió con las manos en alto. Años después, en el colegio, la sociedad aún no quería escuchar, como empieza a hacerlo ahora, y Juan Pablo decía que sus papás habían muerto en un accidente y eso hasta le costó una novia, después, a la que no se atrevió a decirle la verdad. Cuando fueron a Cuba para sumarse a la guerrilla del Che, Eva le regaló a Arturo un poema de César Vallejo, “Masa”. Me parece muy ilustrativo de los temores que los atravesaban, pero también del optimismo que los nutría: sentían que ningún sacrificio sería en vano para construir un hombre y un mundo nuevos. Al fin de la batalla, y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre y le dijo: ¡No mueras, te amo tanto! Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. Se le acercaron dos y repitiéronle: ¡No nos dejes! ¡Valor! Vuelve a la vida! Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil, Clamando: ¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte! Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. Le rodearon millones de individuos con un ruego común: ¡Quédate hermano! Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. Entonces, todos los hombres de la tierra le rodearon: les vio el cadáver triste, emocionado; incorporóse lentamente, abrazó al primer hombre; echóse a andar Jorge Lewinger Un poema anónimo en una revista de los Obreros Gráficos de aquellos años, muestra a las personas por las que ellos lucharon… Susana Arturo (máximo responsable del Movimiento en a975) convenció a mi padre (quién sólo había militado como delegado telefónico) y me fue a rescatar de la Comisaría 2ª de Mar del Plata. Sabía que alguna vez tenía que dar cuenta de ello. Sobre todo a vos Juan Pablo que debes haber sufrido mucho. Vi como remataban a tu padre y al día siguiente mataron al mío. Dar cuenta es decirte que mientras haya un chico sufriendo en la calle, vale la pena afrontar lo que queda de la vida… Eduardo Negro Soarez La mundialización capitalista garantiza la rebeldía Ricardo Napurí . (Peruana, miembro de Praxis, vive en Lavalle y Pringles) Mi voz la que va cantando Mi sueño que sigue entero, y sepan que solo muero, Si ustedes van aflojando, porque el que vivió luchando vive en cada Compañero..." Milonga del Fusilado. Mensaje 14-5-2010 Nelida Garagorri amuyen53@yahoo.com.ar