Barragan
Barragán Martin Mirta Mabel (Flaquita) Sampallo Llanos Leonardo Rubén
Bonatto García Ana María y Azurmendi Eduardo Emilio
[Vieron y fueron secuestrados DD] ¡Presentes!
Mirta (LC 10.584.280, CONADEP 446, denuncia 862) nació el 9-11-53. Era obrera metalúrgica en SIAP, La Plata (delegada de la Sección Tableros) Estaba embarazada de 6 meses.
Leonardo (CONADEP 5479, denuncia 863; DNI 11.157.594) nació el 04-03-1954. Trabajaba en Astilleros Río Santiago (Ensenada) Su hija: María Eugenia Sampallo Barragán fue entrega por el represor en el CCD El Vesubio José Enrique Berthier a Osvaldo Rivas y su mujer. Recuperó su historia y el juez Cavallo negó la excarcelación a Rivas
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Ver Rubén Sampallo y Eduardo Azurmendi
8 de diciembre de 2007
En principio quiero agradecer a "Barrios por la Memoria y la Justicia de Almagro-Balvanera" por haber tomado la iniciativa y hacer la baldosa que colocamos; son los que impulsaron este encuentro de hoy al que nosotros nos sumamos. En esta baldosa están los nombres de mis padres y sus compañeros Ana María y Eduardo Emilio, quienes fueron secuestrados aquí hace 30 años. Y también yo, y eso que todavía no había nacido. También vivían aquí los hijos de Ana María y Emilio, Eugenia y Manuel, y mi hermano Gustavo. Todos ellos fueron llevados a la Comisaría que está aquí cerca; allí se dirigieron las respectivas familias para buscarlos. Mi camino para llegar hasta mi familia después del secuestro fue unos 23 años más largo. En estos 30 años que nos separan de aquel día pasaron muchas cosas, muy amargas, tristes, en las que no me voy a detener, porque para lo espantoso a veces las palabras faltan y otras sobran... y muchas de esas cosas están dichas en la cartelera. Yo crecí aquí en Buenos Aires, en el barrio de Constitución. En el año 1998 me fui a vivir sola; me mudé por aquí cerca. Estas cuadras no me eran ajenas; pasaba casi diariamente con el 132 por la esquina, una esquina más.
Pero así como esta cuadra, tantas otras tomaron otro sentido para mí en el año 2001. Entonces fue cuando supe quiénes habían sido mis padres y por qué no crecí con ellos. Esta dirección fue una de las primeras cosas que conocí sobre nuestra historia. Poco después pasé por la puerta de este edificio, tal vez para interrogar a este mudo testigo sobre el pasado. No me dijo nada. Tampoco busqué testigos parlantes, creo que por miedo a lo que podrían llegar a decir. Desde entonces pasé en varias oportunidades por aquí pero sin detenerme.
En el año 2002 me mudé a La Plata, de donde mis padres eran oriundos. La ciudad de Buenos Aires, tan querida para mí, se había convertido en un lugar insoportable. Todos estos viejos lugares conocidos, que antes recorría sin demasiada emoción, eran ahora el recuerdo constante de una historia espantosa. Cuesta citar a Borges en una oportunidad como esta, pero entonces recordé aquel verso en el que el viejo decía sentirse unido a Buenos Aires por el espanto y no por el amor.
Dejé muchas cosas valiosas aquí; las más valiosas: mis amigos. Y otras nada valiosas: mis apropiadores.
Creo que el hecho de señalar estos lugares fundamentales para nosotros, porque conmovieron para siempre nuestras vidas, es una forma más de realizar los principios que durante todos estos años fueron sostenidos con esfuerzo y valor por muchos:
MEMORIA, porque estas marcas despiertan nuestros recuerdos y éstos nos invitan siempre a reflexionar sobre nuestro pasado, nuestro presente y lo que queremos para nuestro futuro;
VERDAD, porque enuncian, de manera sencilla e inmediata, el horror que se quiso ocultar;
JUSTICIA, porque al denunciar en forma cotidiana lo sucedido sólo podemos querer tender hacia ella.
Es muy habitual caminar por Buenos Aires con la cabeza gacha; el agobio de esta gran ciudad se siente en todo momento. Encontrar estos ecos escritos del pasado cuando bajamos nuestras miradas, tal vez nos impulsen a levantarlas con la esperanza y el propósito de ver delante nuestro una realidad diferente, mejor, más justa, como la quisieron quienes son recordados hoy. Mª Eugenia Barragán Sampallo a/12, 28/02/2008.
Los apropiadores de Maria Eugenia Sampallo pidieron la absolución
“Se le dieron todas las vacunas”
Argumentaron que no sabían que era hija de desaparecidos. Y que tenían buenas intenciones. No explicaron por qué la anotaron como propia. Citaron otros casos de penas leves.
Osvaldo Rivas, apropiador de María Eugenia Sampallo Barragán.
Imagen: Rolando Andrade
Conferencia de prensa María Eugenia Sampallo Barragán
En primer lugar quiero aclarar que, como me resulta muy difícil improvisar, voy a leer unas palabras que escribí para esta ocasión. Brevemente, me voy a referir a mi estado anímico en relación con el proceso judicial llevado adelante contra quienes me inscribieron como hija propia. Estoy bien, tranquila, muy contenta porque finalmente llegamos a la instancia oral. Este juicio comenzó, como todos saben, en el año 2001 cuando obtuvimos el resultado de la pericia genética que confirmó el vínculo con mi familia materna, de apellido Barragán; es decir, esta causa se tramita desde hace casi 7 años. El 22 de abril de 2004 me presenté como querellante con la representación del Dr. Tomás Ojea Quintana. En aquel momento debía hacer frente, entre otras cosas, a una causa iniciada por mi apropiadora y por Berthier, que es quien me entregó a ella, en la que fui imputada por falso testimonio, así como todos los testigos que se presentaron a declarar por mi apropiación. El trámite de la causa se dilató excesivamente gracias a las maniobras de la defensa del imputado Berthier y al poco compromiso que tenía la fiscalía para esclaracer mi apropiación, en aquel entonces a cargo de los Dres. Luis Horacio Comparatore y Patricio Bernardo Evers. Con esto quiero resumir la explicación de por qué puedo estar contenta y tranquila ahora que todo este proceso está llegando a su fin. La parte más difícil, que requirió un esfuerzo permanente y sostenido, está quedando atrás. En segundo lugar, voy a referirme a por qué no he dado ni daré entrevistas.
Agradezco el interés que han manifestado los medios nacionales e internacionales en este juicio y la presencia de todos ustedes aquí. Considero que es importante la difusión de nuestras restituciones y de los juicios que se llevan adelante contra nuestros apropiadores, y por eso es mi agradecimiento. Pero también considero que desde un punto de vista personal no tengo nada más para agregar a aquello que se pone en juego en las audiencias de este juicio y que son públicas.
Creo además que los detalles sobre nuestras vidas personales, que pueden despertar la curiosidad, no contribuyen en mayor medida a la toma de conciencia sobre las perversidades que todos los argentinos hemos sufrido y seguimos sufriendo. Me interesa en todo caso apostar a la reflexión más que a las lágrimas y nuestras vidas están llenas de ellas, así que por un momento las vamos a dejar de lado. Es por este motivo que quiero hacer la siguiente aclaración.
Normalmente, al difundirse las noticias sobre apropiaciones de menores durante la última dictadura, erróneamente emplean los siguientes términos para referirse a las personas que inscribieron como hijos propios a quienes no lo eran: se emplean las fórmulas “padres adoptivos”, “padres del corazón” o simplemente “padres”. Lo que quiero destacar es que tanto en mi caso, como en muchos otros, no se trata de “padres adoptivos”, puesto que no existió ningún trámite de adopción.
Yo fui inscripta como hija propia por estas personas, con una fecha de nacimiento falsa, un lugar de nacimiento falso, padres falsos, a partir de un certificado de nacimiento falso. Sería lamentable que después de esta clara explicación se siguiera sosteniendo públicamente el término erróneo de “padres adoptivos”. La defensa de mis apropiadores, ejercida por el Dr. Víctor Enrique Valle y por la Dra. María del Pilar Millet, ha incurrido en este gravísimo error el martes pasado al hacer su alegato, lo que significa al mismo tiempo no sólo no entender que no existió trámite alguno sino que además, a esta altura, significa no reconocer tampoco la resolución que rectificó mi inscripción de nacimiento falsa. En cuanto al término “padres del corazón”, imagino que se hace referencia a cierta relación filiatoria a partir del afecto. Pero entonces podemos preguntarnos si una persona que robó a un recién nacido, que le ocultó que fue robado, que tal vez secuestró o torturó a sus padres, que lo separó de ellos y de su familia, que le mintió siempre respecto de sus orígenes, que -más frecuentemente de lo que cada uno quiere pensar- lo maltrató, humilló, engañó, en forma cotidiana, que lo separó de su familia a conciencia, si una persona que hizo todo esto, o algo de todo esto, puede saber y sentir qué es el amor filial. Yo respondo que no, que el vínculo con este tipo de personas queda determinado por la crueldad y la perversión. Para terminar con estas aclaraciones, creo que de ninguna forma es correcto que se los llame “padres”, puesto que padres fueron aquellos de los que nos separaron a la fuerza cuando nacimos o al ser muy pequeños. Por si esto no es suficientemente claro, las personas que hoy se encuentran imputadas por mi apropiación me criaron sin ningún consentimiento por parte de mi familia, la cual me buscó desde antes de mi nacimiento, que tuvo lugar durante el cautiverio de mi madre.
Sería un aporte significativo el que pueden hacer los medios, los comunicadores, los periodistas, la sociedad en general, para con nosotros, los que fuimos apropiados, si se toman un momento para reflexionar sobre estas denominaciones y se comprometen a ubicar a cada uno en el rol que le corresponde. Para expresarlo de manera sencilla: Estos fueron mis apropiadores: María Cristina Gomez Pinto y Osvaldo Arturo Rivas. Esta fue la persona que me entregó a ellos: El ex-Capitán del Ejército Argentino Enrique José Berthier. Estos son mis padres:
MIRTA MABEL BARRAGAN, que nació el 9 de enero de 1953. Fue trabajadora de la empresa S.I.A.P., delegada de la sección Tableros y militante del Partido Comunista Marxista Leninista.
LEONARDO RUBÉN SAMPALLO, que nació el 4 de marzo de 1954. Fue trabajador del Astillero Río Santiago, sub-delegado de la sección Calderas y militante del Partido Comunista Marxista Leninista.
En este sentido, sé que la curiosidad de muchos los inclina a preguntarse qué es lo que siento yo para con mis apropiadores. Puedo decir que no siento nada. Ningún vínculo emotivo me une a ellos. Sólo me voy a referir a cierto sentimiento de culpa, que creo que en algún momento es inevitable sentir, puesto que la relación que diseñan los coloca en un rol “salvador”: en este sentido, mis apropiadores sostenían que yo había sido abandonada. Hay un momento en el que lo perverso de la relación, construida en esos términos, se hace evidente: cuando comprobamos que el derecho a conocer nuestros orígenes implica develar el delito del que somos víctimas. Para mí primó mi derecho a conocer quiénes habían sido mis padres, qué había sucedido con ellos y conmigo. En cuanto al alegato que presentamos el día 11 de marzo, quiero destacar que no se trata de elaboraciones meramente jurídicas. Manifiesta fielmente mi pensamiento y ese alegato es el producto del trabajo constante y esforzado, la reflexión, el compromiso de quienes trabajaron en él. Allí expresamos que el robo de bebés, la apropiación de niños nacidos durante el cautiverio de sus padres o secuestrados junto a ellos, es un delito de lesa humanidad y entendemos que ya es hora de considerar su gravedad en estos términos y dejar de minimizar el impacto que tuvo y sigue teniendo en nosotros, en nuestras familias y en la sociedad en su conjunto. Los precedentes pueden rastrearse a lo largo de la historia argentina y pueden analizarse las consecuencias desastrosas en el presente, en el tráfico de niños, por ejemplo. Nuestros padres fueron perseguidos por razones políticas; muchos fueron asesinados o están desaparecidos, muy pocos viven y están separados de nosotros y nos siguen buscando. Nosotros fuimos apropiados por razones políticas. Aunque una parte de nuestra sociedad se obstine en permanecer ciega, sorda y muda respecto de estas aberraciones, y otras tantas, y quiera negar lo que después de años surge a la luz, hubo un plan, que en algunos aspectos parece haber sido efectivo: destruir al oponente político. En ese marco se dieron nuestras apropiaciones. Mis padres fueron secuestrados, permanecieron en dos campos de concentración clandestinos conocidos ahora como “Club Atlético” y “El Banco”… Nuestras madres y nuestros padres no nos abandonaron. Vivimos gracias a ellos, que soportaron las más terribles condiciones durante su cautiverio ilegal. Solamente a la fuerza pudieron separarnos de ellos. El haber recuperado a mi familia, conocer quiénes fueron mis padres, que mis apropiadores sean juzgados hoy, todo esto sucede también gracias al esfuerzo, al cariño, a la comprensión, al valor de mis amigos.
Este recorrido jamás puede hacerse con el esfuerzo de una sola persona. Ellos me acompañaron en este largo camino. Sin los demás nosotros no podríamos recuperar el pasado que nos robaron y poder vivir plenamente nuestro presente y proyectarnos hacia un futuro. Tampoco sin aquellos, quienes a lo largo de todos estos años, han denunciado en forma anónima o con nombre y apellido, mi apropiación. También gracias a estas personas es que pude encontrar a mi familia, saber quiénes fueron mis padres y que las personas que se hacían pasar por ellos no lo eran. Aprovecho entonces para pedir a todos los que conocen algún hombre o mujer que puede estar viviendo la terrible experiencia de la apropiación, que hagan saber este hecho, que aporten aunque sea el más mínimo dato que tengan y que así ayuden a todos los que aún están separados de su familia, a quienes no conocen a sus padres, a quienes no saben qué es lo que sucedió con ellos al nacer, a que recuperen ese pasado robado y que los acompañen en el arduo camino que tienen por delante. Es un compromiso difícil de aceptar, pero vale la pena hacerlo. De nada sirve saber y callar. Y también valoramos y agradecemos además el enorme esfuerzo que han realizado quienes declararon en este juicio con la intención de que salgan a la luz diferentes hechos en torno a mi apropiación. No puedo agradecer nada a quienes no tuvieron ese propósito. Los sucesos que todos tenemos presentes -la desaparición de Jorge Julio López el 18 de septiembre de 2006 la muerte de Héctor Febres y de Paul Alberto Navone más recientemente- llenan de inquietud a cualquiera y con ellos parece que el pasado de la dictadura no está tan lejos.
Sin embargo, hay quienes logran sobreponerse a estos siniestros sucesos y, con humildad y el íntimo convencimiento de que los crímenes cometidos deben ser juzgados y castigados, se animan a declarar ante una instancia judicial. Para con todas estas personas estoy agradecida. Todos ellos, hombres y mujeres, son quienes hacen posible que la situación de apropiación cese, puesto que nos ayudan a recuperar aquello de lo que nos quisieron separar, nuestros padres, nuestra familia, nuestro pasado ¿Cómo se puede mitigar la crueldad de cientos de secuestradores y secuestradoras? ¿Con la venganza? Creo que nos salva de ella conocer la noción de Justicia, que es lo que mi familia, las Abuelas, yo y tantos esperamos durante 30 años. Ahora es el Tribunal Oral Federal Nº 5 quien debe contraponer a estos 30 años de impunidad, la Justicia.