Colegio Echeverría
Crosta Albani Daniel (DD), Fernández Meijide Pablo (DD), Gache Estela (Asesinada). Kehoe Wilson Gloria (DD), Urondo de Koncurat Claudia Josefina (DD), Viñas Mª Adelaida (DD) [estudiaron] ¡Presentes!
Estudiaron en la Escuela Esteban Echeverría Nº 3 DE 10 Moldes 1858
Daniel tenía 19 años (Declaración CONADEP 8274) Secuestrado en el trayecto entre su lugar de trabajo y un consultorio médico el 14-9-1979
Educación Homenaje a alumno detenido desaparecido por la dictadura
Esta mañana, la Escuela N° 3 D.E.10 “Esteban Echeverría” - Moldes 1858-, la secretaria de Educación, Roxana Perazza, colocará una placa recordatoria a Daniel Crosta ,ex alumno detenido desaparecido. Estarán presentes representantes de Organismos de Derechos Humanos, ex compañeros de promoción y de la comunidad Educativa. Daniel Crosta Albani cursó la primaria en la Escuela “Esteban Echeverría” y fue parte de la promoción 72. Fue secuestrado en la Ciudad de Buenos Aires el 14 de septiembre de 1979, cuando tenía 19 años y un hijo. Su madre, Tilsa Albani, es una destacada luchadora por los derechos humanos. Además del descubrimiento de la placa en homenaje, el aula de 7° grado 1972, hoy biblioteca y videoteca, llevará el nombre de Daniel Crosta Albani. Habrá una donación de libros a la biblioteca por parte de los compañeros de promoción de Daniel Crosta. También se pronunciarán palabras alusivas de Carlos Cherniak -ex compañero-, de los representantes de los organismos de Derechos Humanos y la Secretaria de Educación. Publicación: 14 de octubre de 2005 www.buenosaires.gov.ar
Nació el 24-4-1960 y desapareció a la edad de 19 años a la salida de su trabajo en "Jet Electrónica y Lectromecánica SA” (Av. Vélez Sarfield 674. Cap. Fed.) donde fue visto por ultima vez por sus compañeros de trabajo, casado con Diana Kraitzman, su hijo Nicolas Crosta al momento de su desaparición tenia dos años y cuatro meses. Cursaba el 6º año libre de la carrera de técnico en electrónica y trabajaba de eso. Salió de su trabajo hacia el médico en Córdoba y Callao pero nunca llegó.
Cursó su colegio primario en la Escuela Esteban Echeverria en donde hoy su placa de recordatorio cuelga en la entrada, homenaje de sus compañeros y docentes.
Nicolás Crosta hijo
Ni el tiempo,
ni la distancia,
ni la barbarie,
pudieron borrar en nosotros
la memoria y el recuerdo
de tu compromiso.
Con el amor que nos inspiraste,
tus compañeros
de la Escuela Primaria
Esteban Echeverría
los “echeverrianos”
promoción 1972
Pablo: 17 años, estudiante secundario. Secuestrado el 23 de octubre de 1976 en su domicilio ubicado en Virrey del Pino 2632, Belgrano. DNI 13.296.471, CI 8.864.050 CONADEP 1805, declaración 4807. Visto en El Campito (Guarnición Militar de Campo de Mayo) y trasladado en mayo de 1977 s-testimonio 02819
Estela (24 años. DNI 10.961.071; CONADEP 10200, Declaración 218) Asesinada el 06/09/1977 en Uriarte 1058, 4º C, Villa Crespo, CABA El marido (Adjiman) y sus dos hermanos también fueron asesinados (CONADEP 218 Redefa 26 y 366)
Gloria tenía 22 años, escribía cuentos (CONADEP 2652, Declaración 1273) secuestrada con su compañero Eduardo Luis Infante Allende de su domicilio: Sucre 2212, Belgrano el 13 de junio de 1977. Vista en el ESMA
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Entrevisté por primera vez a Gustavo Kehoe en 1986. El hermano de Gloria Kehoe Wilson se encontró conmigo la tarde de un miércoles con el consensuado propósito de recordarla. Petexto para esa charla fue una nota sobre ella que yo estaba escribiendo para “El periodista de Buenos Aires”, y que finalmente salió publicada algunos meses después, con el título “Reconstrucción de una escritora”. “Mi relación con Gloria había sido siempre muy conflictiva -dijo en aquel reportaje; en esos días Gustavo estudiaba composición en la Universidad Católica Argentina, y guitarra con un profesor particular. Su ambición era formar un conjunto o una banda. -No desde el afecto, sino desde la ubicación. Yo también escribía; desde los catorce años escribía; pero escondía mis poemas porque la escritora de la casa era ella: ella ocupaba ese lugar... Cuando la secuestraron los nudos del conflicto siguieron estando, y me quedé con la sensación de no haber podido hablar muchas cosas... Por eso tengo pocos recuerdos de diálogos. Tengo presente sí una charla donde le empecé a contar mis cosas... y que nunca pude terminar. Esa es una de las cosas que más lamento: la cantidad de cosas que quedaron truncas. Porque aunque haya habido muchas vallas insalvables, siempre hubo una corriente de afecto muy grande entre nosotros”. “Las imágenes que tengo de ella de la infancia son de juegos de hermanos. Ella jugando a las muñecas y poniéndose de papá. Ella tocando la guitarra, aunque nunca supo tocar bien. Los dos cantando canciones folklóricas irlandesas con el viejo... En los grupos de juego, ella estaba por supuesto con los más grandes, que a nosotros no nos daban mucha bola... pero yo no la veía como líder, yo la veía como una más... por lo menos hasta la adolescencia. Ahí sí. Ahí empieza a escribir. Pero también, dentro de su estilo exhortativo, era muy cariñosa. Me llamaba el nenito. Yo lo tomaba mal, pero también me daba cuenta de que ésa era la forma de expresar afecto. Y tal vez porque siempre la veía tan segura, discutiendo vehementemente de política, me sorprendía tanto cuando la veía flaquear, o débil... Gloria se desmayaba mucho, y eso me daba como sorpresa. Cada una de sus inseguridades era sentir que un poco la perdía... Cuando la secuestraron, su pérdida real fue distinta que una muerte concreta. Porque Gloria seguía viviendo. Estaba y no estaba. Su presencia seguía jugando un rol en el ámbito familiar. Creo que por eso, durante años, todos tuvimos una esperanza ciega de que apareciera”. En aquella reconstrucción publiqué también los testimonios de sus padres, Pelusa y Ernie. “ Ya en el jardín de infantes la maestra me decía que Gloria podía llegar a ser actriz -contó Pelusa-. Siempre estaba creando. En su cuarto, siempre estaba produciendo algún acontecimiento. Le gustaba encerrarse a jugar sola con las muñecas, pero no por solitaria sino porque las muñecas se convertían en sus personajes imaginarios... Después. Ya grande, ya casada, recogía todos los perros que encontraba por la calle. Un día trajo a dos criaturas que halló en el tren: los bañó, los vistió, les dio de comer... y los devolvió. La política la marcó en su adolescencia, sin duda, pero después empezó a crecer y a preocuparse mucho más por la literatura. Creo que tuvo también que ver el psicoanálisis en esto, que ella había empezado desde chica, cuando Ernie y yo nos separamos. Luego empezó a escribir con mucha más energía. Necesitaba la literatura. Se sentía feliz. Al cabo de dos años escribió su libro de cuentos. Mucha gente se cree que le puso de título Pico de paloma por mis palomas de cerámica. Pero no fue así. Gloria decía que más bien era por una actitud típica de las palomas, que es la de escudriñar, meter el pico y escarbar en los problemas de la gente. Ella me decía: los cuentos que estoy escribiendo son así, picotean en la gente... Creo que su libro es realmente bueno, y no lo digo únicamente yo: Sofía Laski comparó a Gloria con Ana Frank. Habló de su libro como algo verdaderamente bien escrito. E incluso hizo leer dos cuentos en su colegio. Creo que eso pinta sus valores literarios”. “De chicos -contaría por su parte Ernie- tanto Gloria como Gustavo vivían un poco a lo Tom Sawyer. Vivíamos en una hermosa casa con parque, cuyo sótano se había convertido en nuestro lugar de recibo permanente. A ellos les gustaba espiarnos por el tragaluz... Yo era un poco el que fomentaba la costumbre de Gloria de juntar toda clase de animales por la calle, Pelusa era la que quería poner un poco de orden... Gloria era la que más disfrutaba una casa que tuvimos en el Tigre durante tres años. Fue una época muy linda. Todos los chiquilines la esperaban. Salíamos en canoa y empezaban las aventuras. Gloria era la que se tiraba al agua desde más alto, todo el mundo se asombraba de su agilidad. Como también se asombraban de ella mis amigos después, en su adolescencia, por la facilidad y la polenta con que podía quedarse discutiendo de política con ellos. Era muy seductora... Esa pasión, sin embargo, no tuvo nada que ver conmigo. A ella le interesaba la política muy a fondo; ya cuando tenía catorce años yo solía tener serias discusiones por su trabajo como delegada de colegio: eso le exigía un abandono total con el cual yo no estaba de acuerdo. Pero era difícil contradecirla... Cuando conoció a Fito, que era bastante más grande que ella, se sintió inmediatamente atraída. Al principio no me gustaba que hubiera tanta diferencia de edad... hasta que lo fui conociendo, y lo empecé a querer. Me acuerdo que les había regalado una alfombra y una cortina para la casa, y ella estaba encantada porque quería tener su casa, vivirla. Debía ser una casa muy especial, claro, donde pudiera tener sus animales. Porque Gloria era eso. Esa era la Gloria que volvía siempre, como decir, a las fuentes. Una Gloria muy familiera, que en el 77, cuando se habían mudado a la casa de la abuela, había tenido una vuelta a su ternura original: adoraba a su esposo, le gustaba la casa, quería tener hijos...” El artículo de “El periodista...” finalizaba con la transcripción de una cinta que Gloria le había grabado a Gustavo a fines de mayo de 1977, mientras él cumplía el servicio militar en la Patagonia. Todavía recuerdo la ronquera de su voz, postrada como estaba en cama, por una peluritis: “Gus -dijo, dice, decía- los perritos de Soledad están muy lindos. Los machitos ya han sido regalados y hoy nos quedan nada más que dos hembritas, Fedra y Violeta, muy lindas las dos. Soledad, lamentablemente, tuvo un ataque de ciancia porque como buena madre que es, todo el calcio que hacía en un día se lo daba a sus hijos al mamar. Pero ya se solucionó. Otras noticias con respecto al libro te cuento en la carta. Lo que sí, hoy a la mañana me llamaron para invitarme al Instituto Argentino Irlandés para ver si me dan un premio por mi libro. Vamos a ver qué pasa: es el 14 de junio, espero poder estar levantada para el acto... Siempre creí, que a pesar de las distancias y las latitudes diferentes y todas esas cosas, dos personas que se quieren mucho, amén de los vínculos sanguíneos (porque a veces dos hermanos pueden ser hermanos y no quererse), logran comunicarse un poco, digamos, extra-sensorialmente. Y yo te lo pongo un poco en la carta y te vas a cagar de risa cuando te digo lo de las enfermedades, pero fijate vos que de alguna forma existió esa comunicación entre nosotros. Porque vos estuviste en la enfermería con una bronquitis, y al tiempo caigo yo con una pleuresía o pleuritis (no sé cómo mierda se llama esta enfermedad de los pulmones), que son dos cosas del cuerpo humano que están más o menos vecinas, ¿no? Además, no sé, pero me acuerdo de cuando jugábamos juntos a la escondida. Cuando te decía mi nenito chiquitito. Cuando te hacía ese mechón de bebé al año, y vos te enojabas... Me imagino ahora, que estás hecho un hombre, así como te vi en la foto, marchando con marchas militares y la bandera flameando, que todos nos desvivimos para tratar de imaginarte... en fin; mejor no sigo con la lata porque ando bastante ronca...
Así que bueno, te mando un abrazo grandote, un beso en la garganta... en la frente... en la... panza, otro en la cola, otro en la... nariz, que siempre la tenés chiquitiz, y el más grande cariño de tu hermana, que a pesar de estar, como dice el chanta de mi viejo, en la ultratumba, que no es así, está en la cama, y muy contenta de haber hablado con vos...” En los meses posteriores a la aparición del artículo la figura de Gloria Kehoe Wilson se me presentó varias veces en sueños. Esa chica preciosa, parecida a María Schneider, a quien yo sólo conocía por fotos, venía dulcemente a pedir que me ocupara de sus escritos sueltos, de su obra inédita. Llegué a pensar en terminar una novela que ella había estado haciendo sobre los irlandeses en Buenos Aires. Y una mañana en que caminaba con mis hijos por la plaza Irlanda me acordé de un cuento a lo Haroldo Conti que ella había publicado en ese único libro, “Pico de paloma”, basado justamente en uno de los caballitos de madera de la calesita de la plaza. Gloria fue la primera persona secuestrada por la dictadura -el 13 de junio de 1977- de la que al menos yo tuve noticias. En el reportaje de “El periodista...” contaba que su cuento nos había llegado casualmente en un sobre con papeles inéditos de otra revista literaria, que había dejado de salir; que quise conseguir más textos de esa escritora que me gustaba y que me fui hasta la dirección que había en su curriculum. Pero me encontré con que el departamento del barrio de Belgrano que figuraba como dirección estaba vacío, y que nadie sabía a donde se habían mudado quienes vivían ahí. En octubre de 1983 las organizaciones de Derechos Humanos sacaron una solicitada preguntando cómo y dónde habían votado los detenidos-desaparecidos. Leí nombre por nombre las seis páginas de diario buscando a nadie en especial y reencontré a Gloria Kehoe Wilson. Entonces yo, con otros cientos de miles, entendí que todo lo que se decía sobre la desaparición de personas era cierto. Volví a hablar con Gustavo Kehoe Wilson acerca de Gloria en los primeros días del nuevo milenio. Antes del reportaje pasé por su trabajo para dejarle una copia del viejo artículo publicado en “El Periodista...”, porque él no lo podía encontrar. Le di unos días para que releyera la nota. Combinamos encontrarnos en mi casa un par de tardes después, como habíamos hecho quince años atrás. Gustavo llegó puntual. Nos saludamos cordialmente y pusimos en el equipo de música un CD grabado por él que había traído para que yo lo escuchase. Lo que sigue son los momentos principales de la larga conversación que mantuvimos sobre Gloria. Releí todo el artículo antes de venir acá... -dijo haciendo chirriar las ruedas mal aceitadas de mi silla de escribir, donde se sentó con naturalidad- lo pensé bastante. Tenía dudas, no sé, de miedo a venir a hablar. De sentir que iba a entrar a mover un poco de las aguas que están ahí. A veces la sensación es que mejor es seguir adelante con las anteojeras y no meterse mucho en el... Pero bueno... Está todo bien y sé que me hace bien hablar de Gloria... de nuestra relación... Me parece también que es como un... un... ¿Un homenaje...? -Como pequeños homenajes Son recordatorios. Para que la memoria no desaparezca también. -¿Qué recordás del artículo? -Te decía que mi relación con Gloria era de mucho afecto pero también de mucho conflicto. Una relación de hermanos en algunos aspectos difícil. Ella era la mayor. Era la niña brillante de la familia y bueno, como que a mí me costó un poco acomodarme a la vida del hogar, desde chico te estoy diciendo, ¿no? -Decías entonces que siempre hubo vallas difíciles de salvar entre ustedes... -Leyendo la entrevista del año 86 encontré esa palabra en un párrafo pequeño que me duele leerlo así como lo dije. La palabra es "insalvables", cuando digo "vallas insalvables". Hoy me parece que de ninguna manera mis vallas con Gloria eran insalvables. Hoy siento que hace mucho que ya dejé esos rollos de la adolescencia, hoy mi relación con Gloria, con la Gloria que sigue viva adentro mío, es muy clara, de mucho amor y ternura. -¿Cuántos años te llevaba? -Cuatro. Yo soy del ´58 y Gloria es del ´54. Tres años y medio. Yo soy de enero y ella de setiembre. -¿Te pregunté la vez pasada cuál había sido tu primer recuerdo de Gloria? -¿Mi primer recuerdo en qué sentido? -El recuerdo más viejo que tengas de tu hermana. Gustavo se quedó un rato pensativo. -Creo que tengo muchos. No sé cuál es el más antiguo. Pensá que era mi hermana mayor. Desde que tengo conciencia ella estuvo conmigo... Pienso que será alguno de la casa de mis abuelos, una casa muy grande en Belgrano: en el jardín, en el arenero de atrás; andando en bicicleta por el barrio, una cosa así. Me acuerdo de una siesta los dos solos jugando por todo el living de la casa. Yo estoy parado arriba de una silla y me estoy por tirar a caballito de ella. Eso es una cosa que estaba en la nota de “El periodista”: Gloria jugaba mucho a que yo era su bebé. Creo que ese es mi primer recuerdo. -¿Y el último? -El último recuerdo de contacto físico con ella es de marzo del 77. El 18 de marzo de 1977 yo me presento a hacer la colimba. En ese momento vivía con mi vieja un departamento que ella había alquilado después de separarse de mi viejo; habré vivido ahí unos tres meses, antes de ir a la colimba. Y el día anterior hubo una reunión con toda la familia, y no sé si algún amigo. La pasamos bárbaro. Nos cagamos de risa, aunque ella ya sabía que me tocaba el sur y estaba con un poco de bronca por eso. Y bueno, esa fue la última vez que la vi. -¿Es un recuerdo triste? -No. Tengo un recuerdo alegre. Si bien en el país había un clima muy denso y muy terrible, del cual no éramos ajenos como familia, porque estábamos perfectamente al tanto de lo que pasaba, esa reunión fue alegre. -Porque la vida continuaba ¿no? -Si, pero digamos que la nuestra no era una familia acosada por la represión. -¿No sentían la inminencia del peligro? -No. Por eso te digo: a mí me sorprendió muchísimo el secuestro de Gloria. Gloria había dejado de militar hacía más de un año largo. -¿En qué consistió su militancia? -Por lo que yo sé, estaba más ligada con intelectuales, gente de literatura... Había hecho como grupos de profesionales. Había periodistas, gente de cultura... -¿Te acordás de algún nombre? -No, no. No eran conocidos. Por lo menos no públicamente. -¿No te da curiosidad saber quiénes eran, quiénes compartieron sus ideales? -En realidad mi relación con el tema es así... a veces prefiero no enterarme... Por ejemplo tuve la posibilidad de encontrarme con una persona que supo más o menos cómo fueron los últimos momentos de Gloria. Yo sabía que había caído en la ESMA, y que fue trasladada, digámoslo entre comillas, al poco tiempo... -¿Cómo lo supiste esto? -Mi viejo y mi vieja se encontraron con una persona conocida de la pareja de Gloria. Esa persona estuvo en la ESMA y la vio. Me acuerdo que hablamos mucho el hecho de ir o no ir a conversar sobre Gloria. Pero yo nunca quise encontrarme con él a hablar del tema. -¿Por qué no? -Es una pregunta que aún hoy me sigo planteando. No estaba seguro de que tuviera sentido saber los detalles. De todas formas, creo que habría que reconstruir la historia de los desaparecidos. -¿Rearmarla? -Pero no sé si tengo ganas... -¿Por qué no? -Porque no. La verdad, me van a contar que la llevaron a un avión, que le pusieron una inyección de Pentotal y la tiraron al río. Para que me cuenten éso... Ya más o menos creo que lo sé. Hasta sería una cosa... Hay momentos en que sí, quiero ir a ver a esa persona que la vio... y decime, contame qué sabés; tuve inclusive la oportunidad de ver a una periodista que escribió sobre Gloria en Página 12: ella sabe que la trasladaron enseguida, y recuerda que en el piso de la celda quedó tirado el tapado marroncito... uno que tenía puesto cuando la secuestraron de la casa... Sí, es una historia que tendría que... Pero después digo que no, yo no, y bueno, calculo que lo mismo le habrá pasado a mis viejos... Alguien tendría que... Bueno, no están más mis viejos... -¿Llegaste a hablar con ellos espontáneamente sobre los últimos días de Gloria? -Hay muchas cosas que no se hablaban claramente en esa época. Por el tema de la muerte y porque se había salido recién de la dictadura. Te hablo del año 84. Todavía estaba el miedo como reflejo de la dictadura. Recién empezaba la democracia. Hoy se habla más abiertamente del tema. -En principio, hablás con más soltura. Narrás. La vez pasada tenías más reparos. ¿Qué edad tenés ahora? -Es posible. Tengo cuarenta y dos años. -¿Soñás con Gloria a veces? -Tengo un sueño recurrente. En ese sueño me encuentro con Gloria y ella me cuenta que estuvo secuestrada, que fue todo muy duro, pero que ahora está bien. Es un sueño alegre, hermoso te diría. El contraste con el despertar es tremendo y difícil de llevar... a cuestas. -¿Qué aspecto tiene Gloria en ese sueño? -Bien. Como las últimas veces que la vi. Nada demacrada, al contrario. Bien. Creo que tal vez vestida con jeans. Pero bien. Alegre y de buen talante, contenta. Como diciéndome: “Quedate tranquilo. Fue todo muy duro pero estoy acá”. Una cosa así. -¿Gloria llega a ese sueño con algún anuncio previo? -No. Los sueños son así. Algo misterioso que irrumpe. A veces me doy cuenta más tarde que soñé con Gloria. A veces ya sé que soñé con ella en el momento en que me despierto. Y de alguna manera me marca un poco el día porque estoy bajoneado, triste. Por más que la vida te va llevando para adelante, por más que están los pibes, el laburo, Gloria sigue estando ahí como un... -En la época que hicimos... -... como un latido. -“Destello” dijiste cuando hicimos la otra nota. Lo tengo en mis apuntes ¿Ya soñabas con ella en ese entonces? -Probablemente… Porque creo que es un sueño que tengo desde aquella época. Quizás no lo tenía tan presente. En los últimos años es como que está más en la superficie. Tendría que hablar con mi mujer para ver cómo es esto de los sueños... Y es que a la vez también tengo muchas pesadillas. Y a veces me levanto con muchos sobresaltos, y ahí no sé qué es lo que pasa mientras duermo. -¿El hecho de tener una hermana desaparecida te resultó útil alguna vez? -Es una pregunta buena ésa. A veces me he encontrado en situaciones en que me he tenido que frenar para no usar el tema, a pesar de la tentación, quizás un poco mezquina, de utilizarlo. -¿Como un minusválido, con todo respeto, aprovechándose de su defecto para inspirar...? -Como inspirando una especie de compasión, digamos. Digamos que sí. En general me he dado cuenta antes y me frené. Esto lo he hablado mucho en análisis, y creo que me ha servido. -¿Hiciste terapia? -Hice algún tipo de terapia distinta, y ahora hace bastantes años hago psicoanálisis. No me tiro muy a fondo con el tema. Si bien aparece en los sueños creo que he podido poner cada cosa en su lugar. -¿En qué te ayudó el tratamiento psicoanalítico? -Como te decía la otra vez, lo de Gloria fue siempre una relación difícil. Todas las relaciones de hermanos deben ser complicadas, con sus bemoles y sus particularidades. En la nuestra, Gloria tuvo desde chiquita una luz propia muy fuerte. Cantaba. Tocaba guitarra. A los diez años escribía cuentos. Fue la primera nieta de mis abuelos. Y yo, bueno, esto que te decía, un perfil más bajo. Quizás se trataba como en todos lados, de encontrar un poco de ubicación, un espacio propio. El psicoanálisis me ayudó en esto. A poner un poquito la cosa más clara: el amor, el afecto profundo... -¿A pesar de los celos y de la competencia? -El psicoanálisis me ayudó mucho a que no se mezclen los terrenos. Creo que me ha hecho bien. Y creo que el sueño es un poco eso, un sueño de mucho cariño. -Además del psicoanalista ¿con quién hablás de este tema hoy en día? -Con Vicky, mi mujer... Y con algunos amigos con los que, bueno, el tema ya está tan incorporado que... En realidad no es un tema que hable mucho. Es un tema muy íntimo. Muy mar de fondo. -¿Escribiste alguna canción relacionada con la desaparición de Gloria? -Una canción que se llama “Canto robado”. La escribí para la época en que hicimos la nota. -¿Cómo dice la letra? -Dice: “Cuesta mirar atrás / con el rostro frío de la verdad / con la sonrisa herida / la fe dormida no vale más / con los ojos vacíos. / Fuimos errantes sin pestañear / fuimos como rebaño / de un lado a otro por el corral”. Habla del Proceso básicamente. Y en la canción aparece como un dato lo de Gloria. Hay una estrofa: “Fueron los años duros / del aire oscuro / de aquel Mundial. / Todos con la bandera / la noche entera para gritar / Pero la vuelta misma de aquellos gritos sin voluntad / mi amigo con barrotes / y de mi hermana hoy no sé más”. -¿Escribiste algo más? -Un soneto. “Libertad de tu nombre siempre Gloria / desde aquella niñez en las miradas / has quedado precisa en la memoria / y en la voz como el filo de la espada. / Has dejado de lluvia nuestra historia / en un 13 de junio acorralada / y en el canto y su espacio de victoria / tu amor, mi amor, la llama inacabada. / Fue después de saber que no morías / o es que acaso ha dejado de existirme / que pude hallar viviendo tu presencia / que pude dar amor en ciertos días. / Fue después de llorar hasta partirme / que pude hacer un himno de tu ausencia”. Alejandro Margullis Ver: www.gloriahehoe.blogspot.com |
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Claudia tenía 22 años (DNI 10.962.357, CONADEP 5175, Declaración 10) casada con Mario Lorenzo Koncurat (ex militante de FAR en Córdoba) Vivían y militaban Caballito (Montoneros) fueron secuestrados de la vía pública el 3 de diciembre de 1976. Fueron vistos (Mº Lorenzo herido de bala) en la ESMA según declaraciones 00074, 9019, 4816 y 4442. Sus dos hijos (Sebastián de 4 años y Nicolás de 2) quedaron en la guardería y más tarde fueron recuperados por sus abuelos
Denunciadas por los organismos nacionales de derechos humanos las detenciones-desapariciones de Mario Lorenzo Koncurat, Claudia Josefina Urondo de Koncurat, María Viola de Koncurat, esposa de Juan Ivo Koncurat, preso político que recuperó su libertad en 1983. Esta presentación dio origen a la causa Nº 46/84 por privación ilegítima de libertad y donde han quedado acreditados los siguientes hechos:
El día 3 de diciembre de 1976, Mario Lorenzo Kocurat y su esposa Claudia Josefina Urondo, llevaron como de costumbre a sus pequeños hijos a la guardería del pasaje El Maestro 155 de la Capital Federal, como lo hacían habitualmente. Habían quedado con sus padres, que al retirarlos de la guardería por la tarde, concurrirían a saludarlos y festejar el cumpleaños del más pequeño que ese mismo día cumplía dos años de edad. Antes que pudieran retirar a los niños de la guardería, fueron secuestrados por miembros del ejército, y desde esa fecha se encuentran detenidos-desaparecidos. El día 22 de setiembre de 1976, fuerzas combinadas del ejército y de la policía federal, allanaron la vivienda de Juan Ivo Koncurat, detenido desde octubre de 1974 y secuestraron a su esposa María Viola, que aún permanece detenida-desaparecida. Las presentaciones realizadas por sus familiares ante los distintos organismos nacionales, ni siquiera tuvieron respuesta. Una nota presentada ante el Ministerio del interior en abril de 1977, que era reiteración de anteriores reclamos de urgente información, fue contestada en abril de 1982, o sea, cinco años después (Expediente 197.744/77, nota 1057/82) www.pparg/org
Los que además perdimos a nuestros hermanos, perdimos las identidades. Fuimos separados de todo lo que conocíamos. Perdimos todo, desde los juguetes hasta el nombre. Conocimos el miedo de que entraran a nuestras casas y cuando crecimos nunca pudimos vivir en una casa de la que no supiéramos cómo escapar -porque las secuelas no siempre se ven, pero que las hay, las hay-. Porque tuvimos que adaptarnos a vivir con padres sustitutos. Porque en muchos casos fuimos apropiados. Somos los NNs. Los que pudimos saber la verdad y los aún no la conocen. Los que tuvimos más o menos suerte. Los que sobrevivimos. Los que no. Los comprometidos, los negadores, los que pudimos recuperar algo, los que seguimos la misma lucha, los que no sabemos de que se trata. Los que aunque perdamos las muelas, la seguimos masticando, ver si se ablanda o a ver si sirve para algo.
Y me doy cuenta de que mis hijos, también son Hijos, sobrinos y nietos (de desaparecidos). Aunque todavía no existan palabras para contárselos. Como no existen palabras para tantas cosas. Palabras que sinteticen, que contengan, que signifiquen algo de todo esto que hay para contar. Que expliquen las remotas y particulares consecuencias del terrorismo de estado sigue ofreciendo, aún pasado todo este del tiempo. Palabras que habremos de inventar si queremos decir algo nuevo, algo propio sobre lo que nos pasó, sobre lo que no nos ha dejado de pasar. Blog de Ángela Urondo
Mª Adelaida (Nenina) tenía 22 años (DNI 10966000, Declaración CONADEP 994) Secuestrada en el Jardín Zoológico el 28-09-1976. Hija de David Viñas, su hermano Lorenzo Ismael fue secuestrado en Corrientes el 26-6-1980. Vista en El Campito (Guarnición Militar de Campo de Mayo)
Nadie olvida, ni los verdugos ni los humillados. Los verdugos, porque apretar a una persona es una experiencia límite, feroz, infame, miserable. Y nosotros, las víctimas, tampoco olvidamos.
David Viñas
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Sábado, 29 de julio de 2006
LITERATURA › DAVID VIÑAS, SUS PERSONAJES Y SU LUGAR EN LA CULTURA
“Francamente, no me van los títulos ni condecoraciones”
Según el escritor, los personajes de Tartabul o los últimos argentinos del siglo XX, su primera novela desde 1995, “son una colección de heterodoxos, de tipos a contrapelo”, militantes de los setenta que arrastran sus dudas y contradicciones, pero se obstinan en ir contra la comodidad de lo establecido.
Por Silvina Friera
La calle Corrientes no sería la misma sin David Viñas subrayando con ferocidad y malicia el diario La Nación en el café Losada. Pero para sorpresa de Página/12, el escritor está haciendo marcas y cruces en otro matutino. “Ya no se puede leer más el diario de los Mitre, es excesivamente clerical, intolerable para mí”, aclara, y lanza una risotada. Nunca se fue, siempre está dando batalla y polemizando, pero no publicaba una novela desde 1995, y un poco se lo extrañaba, aunque en estos últimos años se hayan reeditado buena parte de sus mejores ensayos y artículos periodísticos. Quizá por esa prolongada ausencia de la ficción –muchos se preguntaban en qué andaría “el viejo Viñas”–, en la portada de su nuevo libro, Tartabul o los últimos argentinos del siglo XX (Sudamericana), aparece una frase que sintetiza lo que los lectores estaban esperando: “El regreso del maestro”. Viñas enciende un cigarrillo rubio y, siempre cultivando un estilo a contrapelo de lo consagrado y canónico, rechaza que lo llamen maestro. “Tengo una formación más bien anárquica. No me gustan los títulos ni las condecoraciones, francamente no me van. No creo en ese tipo de historias. No soy un pedagogo, soy sólo un vecino.”
Tartabul o los últimos argentinos del siglo XX está dedicada a los dos hijos de Viñas, María Adelaida y Lorenzo Ismael, asesinados por la dictadura militar. Y la dedicatoria es doblemente significativa porque los personajes de la novela –Tartabul, El Chuengo, Moira, El Tapir, Pity y El Griego– fueron militantes políticos en los setenta. “Es como un balance, quizá una especie de réquiem”, comenta el escritor, que se propuso reactualizar Los siete locos, de Arlt, en la generación del Che.
“Pero mis personajes tienen un proyecto más laxo e impreciso, incluso entre ellos se cuestionan si son una barra, un rejunte o una especie de asociación ilícita”, explica Viñas. El primer epígrafe del libro es una marca contundente de la intención del autor, que cita esa genial frase de Leopoldo Marechal: “Solemne como pedo de inglés”.
–Arlt señaló que sus personajes eran individuos y mujeres de esta ciudad a quienes él había tratado. ¿Sucede algo similar con Tartabul...?
–Sí. El Chuengo está inspirado en el escritor Carlos Correas (compañero de ruta en la revista Contorno). Lo entrañable de este personaje es la tensión que genera su homosexualidad. El Tapir es probablemente el más organizado de los cinco, un militante que lógicamente se frustra, se margina, pero siempre conserva cierto delirio para enfrentarse a las cosas que no le gustan, y que quiere cambiar. El Tapir tiene un fuerte componente religioso y está como “fumando espero” (risas).
Un hombre muy parecido a Viñas se acerca a la mesa y le cuenta al escritor:
–Hace poco una chica me confundió con vos; quería que le firmara un libro. Y como me dedico a dibujar y justo andaba con un dibujo mío, se lo regalé.
–Me parece muy bien –le dice Viñas. Es un buen entre (risas).
–Le dije que yo era más joven y más lindo que vos.
–No te quepa la menor duda (risas).
Viñas opina que en ningún momento quiso hacer una novela estrictamente testimonial o política. “Más bien me interesó el acercamiento a los personajes; trabajo más con las figuras individuales, con el estilo y con las distintas resoluciones, muy condicionadas por lo que se vivió en este país.”
–¿Por qué “el verdadero suicidio es sobrevivir después de la derrota”, como dice uno de los personajes?
–Escribí una contratapa sobre Haroldo Conti en este diario (publicada el 4 de mayo pasado) que empieza diciendo: “Confuso privilegio ser sobreviviente”. Privilegio ambiguo y equívoco porque podés llegar a convertirte en una suerte de especialista en epitafios. Eludiendo una entonación victimista, que me pesa, trato de recuperar muy contradictoriamente elementos que estaban ahí, que se jugaban y se siguen jugando, como las discrepancias con lo dado, con la cultura propuesta. Mis personajes son una colección de heterodoxos, de tipos a contrapelo, que te diría que es la única gente que me interesa. Quiero recuperar el contrapelo que había en los años setenta, la gente que se obstinaba con la disconformidad, los que decían: “Esto así no me convence, hay que buscar otra alternativa”. Son personajes anti-rutina porque han resuelto vivir a contrapelo de su comodidad. Obstinarse en eso me parece que es lo que vale la pena.
–¿Qué marcas dejó esa derrota en la política argentina?
–Sin duda la despolitización. Había una vieja definición que decía que el hombre es un animal político: “Si le sacan la política, queda el animal”. La política es la comunidad, la calle, el intercambio, el salir de la autocomplacencia. El resto, entre otras cosas, me aburre. Viejo, esto ya me lo sé de memoria, inventame alguna...
–¿Qué les hubiera pasado a los personajes de la novela con la figura de Kirchner?
–Seguirían fumando y esperando (risas). Me interesa más Evo Morales, tiene una mayor nitidez y latinoamericanismo. Evo apuesta a otra cosa, con mucha conciencia de todas las dificultades y limitaciones que tiene. La figura de Kirchner se me diluye, prefiero la de Evo porque veo que hay una propuesta que polemiza con el discurso único, que es lo sabido, lo canonizado.
–Pero Kirchner forma parte de la generación del setenta, que es la protagonista ineludible de su novela.
–Desde ya, lo mejor de Kirchner fue cuando le dijo al teniente general Bendini: “Proceda”. Esto lo comenté en Cuba, porque podría haber convocado a un sargento o a un cabo para que sacara los retratos de Videla y de Bignone. Ese fue el mejor momento del gobierno de Kirchner, no me lo voy a olvidar. Bendini tuvo que poner un banquito y sacarlos.
–¿Por qué Tartabul duda tanto cuando le ofrecen una candidatura?
–Es una referencia al menemato. No es que haya pasado estrictamente la aplanadora, sino que todo el llamado pragmatismo era una forma más frívola y presuntamente divertida del discurso único. Le hacen ofertas, lo quieren cooptar. Si algo define a Tartabul es su ambigüedad, es el más marginal de todos, el vocero y el narrador. Tartabul es el personaje de La bolsa de (Julián) Martel, un loco pintoresco de Buenos Aires que imitaba los diversos discursos de los grandes oradores de 1890. Es una especie de gran bufón que, dentro de sus enormes limitaciones, dice las cosas que el resto disimula.
–¿Qué rol cumple un bufón en la sociedad?
–Es todo lo contrario del verdugo, que te corta la cabeza. El bufón habla, pero merodea las zonas de poder. Su proyecto de discurso es la suma de los lapsus del discurso oficial, es como (Florencio) Parravicini, que trabajaba sobre esa zona de las cosas mal dichas, del malentendido, de los escamoteos y de las complicidades. Tartabul es un Parravicini que no se quiere enganchar con nadie. Si se engancha de manera categórica, deja de ser bufón y pasa a ser un vocero o un intelectual orgánico, y él no quiere ser nada de todo eso.
–El Griego, que termina siendo embajador en España durante el menemismo, ¿en quién está inspirado?
–¡Uff!... en muchos. Me remito a la definición que hace Jauretche: es un intelectual que sube al caballo por la izquierda y que baja por la derecha. Cada uno de los personajes es un collage, como las frazadas que hacían con parches las tías viejas. Fíjese que en el final de la novela, el narrador dice: “Damas y caballeros, soy un dromedario”. El collage es lo contrario de la pureza; un personaje que deja de ser un collage se convierte en una suerte de tótem inverosímil. Es como si yo me postulara como un maestro, no soy un maestro, soy un collage.
–También se lo suele llamar “maestro” a Sabato...
–Intentó hacer lo suyo y creo que en estos momentos está caído, y entonces es fácil pegarle, como a esos muñecos que estaban en las puertas de las talabarterías a los que les daban una piña. Busquemos por otro lado...
–¿Por Borges, quizá?
–Lo que rechazo de Borges es que se burlaba del pobre tipo, del marginal, del hombre sin propiedades. En cambio, Walsh, por ejemplo, en Nota al pie, no se burla; se hace cargo del pobre diablo e incluso se pregunta qué tengo yo de pobre diablo, de fracasado.
–¿Usted se hace esa pregunta?
–Desde ya, permanentemente. El bufón no trabaja con los catecismos, no reza el rosario, más bien practica la blasfemia, la herejía. Elige lo profano. En este momento se abre en el campo de la literatura y de la política el enfrentamiento entre lo consagrado y lo profano. Evo Morales es un gran profanador.
–¿Y quiénes serían los escritores que trabajan hoy con la profanación?
–(Guillermo) Saccomanno y (Eduardo) Belgrano Rawson tienen ademanes, entonaciones y gestos profanadores. Son dos bufones que suponen que hacen reír, pero ¿de qué?
–¿Por qué eligió un título tan tajante: Tartabul o los últimos argentinos del siglo XX?
–Durante mucho tiempo, lo que santificaba una novela era que fuera abierta, pero la mía es cerrada. Una novela abierta siempre me parece una convocatoria al happy end. “Perdonen la tristeza”, como decía Vallejo, pero en mi novela está la presencia de la muerte. Acá es corte y confección.
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Frío sábado 14 de agosto de 2010 frente a la Casona

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Sebastián Koncurat ya crecido
Ana Adjiman Gache
15-8-2010 Hola Cecilia: Sólo agradecerte lo mucho lo que ustedes hacen, y que hagas extensivo este sentimiento para todo el grupo. Creo que ayer, más allá del frío, pudimos estar juntos todos y sentirnos más cerca de nuestros 30000 hermanos desaparecidos... Te mando un cariño grande a vos y a todo el grupo. Gustavo Kehoe
Familiares y amigos de Claudia Urondo de Koncurat
24 de setiembre de 2010